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Licenciado en Educación - Historia por la UNMSM y diplomado en Estudios Musicológicos Peruanos por el Conservatorio Nacional de Música. Estudios de Musicología en el Conservatorio y en la Universidad de Ginebra. Publicaciones: - El Misterio del Cóndor - Método de Guitarra Andina Peruana - Diversos artículos en revistas y periódicos. Conferencia Magistral sobre El Cóndor Pasa… en el VI Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. Georgetown University (ATP) Y diversas conferencias en el país. Actualmente está enfocado en investigar la historia de la música popular en la ciudad de Lima.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Los radios y tocadiscos a pilas y su impacto en la difusión de la música en los Andes

Los radios y tocadiscos a pilas y su impacto en la difusión de la música en los Andes

Desde inicios de la década de 1960 se comercializaron en forma masiva los radios y tocadiscos a transistores que funcionaban con pilas. Hasta ahora queda pendiente el estudio del impacto sobre el consumo musical que ese avance tecnológico ha tenido, principalmente en los pueblos en los que en ese entonces no había energía eléctrica. Coincidente con este avance fue el desarrollo de la industria disquera en el Perú. En 1963 el huayno “Río Mantaro” fue un éxito sin precedentes al vender más de 10,000 copias, lo que no significó nada frente a “Elsa” la guaracha grabada por “Los Destellos” que en 1970  llegó a ser llamado “el disco del millón” por la cantidad de copias vendidas.
El periodista Niko Cisneros publicó en el Dominical del diario “La Crónica” del 2 de febrero de 1969 el premonitorio artículo que reproduzco a continuación y que trata de “la llegada” de la electrónica a los Andes. El artículo comienza haciendo alusión a la foto del fotógrafo suizo Werner Bischof quien la tomó en 1954 en el Cuzco y que me permito incluir en el artículo.

LA ELECTRÓNICA SE APODERA DE LA PUNA

Niko Cisneros

FOTO: Werner Bischof



                Fue FAMOSA aquella foto registrada hace treinta años: en una desierta y alta puna, en donde un indígena de chullo, poncho y ojotas, hace un alto en su pastoreo para tocar la quena   quejumbrosa y cubrir de lamentos musicales aquel silencioso y amplio escalón de los Andes.
                Convertida en tarjeta postal, dio muchas veces la vuelta al mundo entero corno vehículo de unas cuantas líneas suscritas en el “exótico" Perú. Fue efectivo motivador de la soledad andina, la típica vestimenta del hombre de las alturas, y del ancestral instrumento musical.
                Pero si ahora un turista que lleve en uno de sus bolsillos la referida tarjeta postal, recorre los valles y puna, de las cordilleras en busca de un hombre igual, será muy difícil que encuentre algún similar del pastor quenista. Más bien constatará que los rasgos físicos no han variado en nuestros indígenas, algo sí la vestimenta, pero por sobre todo será testigo de la ausencia de la rústica quena, y de la presencia de la electrónica.
                Porque en el presente hay pastores, ya sean masculinos o femeninos, que portan radios transistores a pilas. Y mientras las tímidas ovejas o llamas mordisquean el ichu que resiste la frígida temperatura, está escuchando una movida cumbia, un huayno, un bolero de Manzanero o una canción francesa en la voz de Brigitte Bardot.
El pastorcito o la pastorcita, ya no se entretiene cantando huaynos lastimeros en la soledad del Ande. Tampoco jugará con su oveja preferida, la más joven del rebaño. Ahora se recrea con la música que surge de la emisora más cercana, o de las más potentes de Lima. Y estará al día con los-"hits" del momento. Con los éxitos en boga de Palito Ortega, de los Festivales de la Canción, de las marineras de Abelardo Núñez, o de las guarachas de Yolanda Montero. Asimismo estará enterado de la existencia de las más promocionadas marcas de detergentes, o de extractos de perfumes, o de cremas embellecedoras. Productos todos que sólo "verá" su imaginación.
Ahora, para abandonar el páramo frío en donde el viento hiere el rostro, no tendrá necesidad de colegir que el atardecer se acerca al constatar que el Sol está bajando rojizo a la altura del pico tal o el nevado tal. Esperará que en su radiorreceptor se sscuchen las cinco y treinta de la tarde, para emprender el regreso hacia el hogar acompañado de los animales a su cuidado.
Siempre, como un rezago de los ritos religiosos-profanos del pasado, el acto de la siembra; la cosecha, la trilla, etc., en algunos lugares aún se realiza con las ceremonias tradicionales, celebrándolo con cantos, bailes, música y bebidas, hasta que el cielo se pueble de luceros.
Y todo esto hacía que llegaran hasta el campo, a las terrazas de las laderas, o hasta las grandes pampas comunales, los típicos conjuntos musicales de arpa, violines y quenas. Hoy estas agrupaciones musicales ya no son muy solicitadas, y en vez de ellas entran en acción los tocadiscos a transistores con pilas.
Con uno de ellos y un paquete de discos de larga duración, las fiestas agrícolas han perdido parcialmente su colorido, pero en cambio han ganado en musicalidad. Y las mozas fuertes y lozanas y los mozos "achispados" y recios danzan al son de la música del Caribe o de la folklórica con intérpretes de la región, radicados en Lima.
 Como deducimos, la electrónica en su avance ha dejado los valles y ciudades de la costa para llegar a los Andes y rebasarlos también. Y el alegre pastor con radio a transistores ha suplido al deprimido pastor de la quena que hace llorar el alma.

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