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- Luis Salazar
- Licenciado en Educación - Historia por la UNMSM y diplomado en Estudios Musicológicos Peruanos por el Conservatorio Nacional de Música. Estudios de Musicología en el Conservatorio y en la Universidad de Ginebra. Publicaciones: - El Misterio del Cóndor - Método de Guitarra Andina Peruana - Diversos artículos en revistas y periódicos. Conferencia Magistral sobre El Cóndor Pasa… en el VI Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. Georgetown University (ATP) Y diversas conferencias en el país. Actualmente está enfocado en investigar la historia de la música popular en la ciudad de Lima.
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jueves, 27 de agosto de 2020
MECANISMOS ARMÓNICO-MELÓDICOS DEL VALS PERUANO
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armonía,
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vals peruano

sábado, 2 de junio de 2018
LA LLEGADA DEL VALS AL PERÚ
LA LLEGADA DEL VALS AL PERÚ[1]
Luis Salazar Mejía
En el
presente trabajo, utilizando escritos de viajeros que estuvieron en el Perú la
primera mitad del siglo XIX, escritos que no han sido tomados como fuente en
ninguna investigación a pesar de que algunos historiadores como Basadre y Núñez
llamaron la atención sobre la importancia de sus relatos, se va a documentar la
llegada y difusión del vals en el Perú en la primera mitad del siglo XIX,
llegada que se produjo no sólo a Lima o Arequipa, como se creía, sino que ya en
esa época el vals era bailado en casi todo el Perú. Esperamos que esto ayude a
entender mejor las dinámicas de construcción de identidades y los cambios en la
utilización del vals como elemento distintivo y diferenciador de los grupos
sociales a las que este género ha estado sujeto desde ese entonces.
En la historiografía de la música peruana existen numerosos
vacíos de investigación. Uno de esos vacíos está relacionado a un género
musical que siendo creado en el extranjero se peruanizó conservando su nombre: El
vals. Esta transformación fue producto de un largo proceso que no ha sido
debidamente documentado. En los primeros estudios sobre el vals, en la década
de 1970, se acuñó la idea, de que el vals
llegó a Lima a mediados del siglo XIX (Santa Cruz 1977, y otros). Recientemente se han publicado dos textos
relacionados con el vals (Llorens y Garrido 2009; Borras 2009), pero ninguno
aborda el período de gestación del vals, sino más bien estudian el vals a
partir de fines de siglo XIX y de principios del siglo XX. Para tratar de
cubrir ese vacío se ha recurrido a los
escritos de diversos viajeros que estuvieron en el Perú en el período señalado,
los que han sido ordenados de manera cronológica. El lector interesado en
profundizar el tema puede remitirse directamente a ellos.
El vals, cuyos orígenes se remontan a danzas campesinas
alemanas y/o francesas del siglo XVIII como el ländler y la volta, se
adueñó de los salones europeos en el siglo XIX y a partir de entonces comenzó
a expandirse al mundo entero. Según Hugo
Riemann: “la fuerza de
penetración del vals tiene una relación directa con las repercusiones sociales
de la revolución francesa y de la reestructuración sociohistórica del siglo
XIX” (En Hess, 2004, p. 63).
También fue a
comienzos del siglo XIX que el
vals tomó características nacionales. Se distinguía el vals francés, el
vals alemán y también el vals español,
aunque la jota fue muchas veces
confundido con el vals. Ese, o esos, fueron los valses que llegaron al “Nuevo
Mundo”.
El vals llegó a América a principios del siglo XIX. Carlos
Vega, musicólogo argentino, en su obra El
origen de las danzas folclóricas, cita testimonios sobre el vals que se bailaba en Buenos Aires entre 1804 y 1806
(Vega, citado en Hess, op.cit, p. 128). Por otro lado, tenemos el relato de
viajes del inglés William Stevenson,
quién estuvo en Chile, Perú y Ecuador entre 1804 y 1824. En 1808, en Guayaquil, escribió lo siguiente:
“En
especial el baile es una diversión que gusta a las personas de toda posición
social, y en la noche no faltan arpas, guitarras o violines que hagan oír sus
ritmos en casi todas las calles de la ciudad;
a diferencia de lo que se podría esperar en una ciudad de los trópicos,
la gente aquí prefiere los valses y los bailes escoceses a cualquier otro tipo
de baile. (Stevenson, 1994, p.366).
Stevenson estuvo en Lima y recorrió la costa peruana desde
Lima hasta el Ecuador, Cajatambo, el Callejón de Huaylas, Conchucos, Huamalíes
y Cajamarca, pero no menciona el vals, sino otras danzas. ¿Es que no se bailaba
el vals en el Perú de entonces, o no tuvo oportunidad de observarlo? No podemos
dar una respuesta a esa pregunta aunque nos inclinamos a creer que, si el vals
ya se bailaba en Argentina y Ecuador, era muy probable que también se bailara en
el Perú, sólo que Stevenson, no lo vió bailar (Los viajeros como él no
investigaron sobre la música y/o danzas sólo describían lo que veían en sus
viajes).
Oscar Flores Calderón, autor del libro Historia y belleza del criollismo afirma que en 1814 se creó el
vals “Cadenas de amor” con versos fraccionados de Melgar y música de Emiliano
Condeso (Flores, 1991, p. 27). Lamentablemente Flores no cita la fuente de
donde ha obtenido ese dato; más adelante, en la pequeña biografía de Melgar que
se encuentra en su libro, dice que Emiliano Condeso “sacó a luz el vals
“Cadenas de amor” en 1820 y que existe una edición del año 1879 en la
biblioteca Lilly de la universidad de Indiana (ibíd., p. 116).
En 1946, En “Fénix”,
Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, se informó del donativo de
una copia fotostática del manuscrito inédito del presbítero, nacido en Tenerife,
Antonio de Pereyra y Ruiz quién fue Sacristán Mayor de la catedral de Arequipa
y que en 1815 escribió estas líneas sobre los arequipeños y el vals:
“La disposición para la
música y el baile es buena pero no
progresan en esto por falta de maestros. Sin embargo, el Minué, el Wals, el
Bolero, el Zapateo, el Rin, la Contradanza y otros báyles de Europa, los báylan
bien, pero nunca dan a su cuerpo la elegancia que en los báyles propios del
país.” (Fénix 1946, p. 821)
Manuel
Acosta Ojeda, en un artículo sobre el vals (Ojeda, 1997), citó este documento, aunque,
como parecía un documento aislado, no se le otorgó importancia alguna; pero, como veremos más
adelante, el vals, se bailaba no sólo en Arequipa, sino también, en Cuzco, Puno
y también en Lima.
La
declaración de la independencia en Lima, el 28 de julio de 1821, causó júbilo
en gran parte de la población limeña, lo que fue celebrado con bailes
organizados por el cabildo y por el mismo San Martín; testigo presencial de
ello, el viajero inglés Basilio Hall escribió lo siguiente:
Por la noche San Martín dio
un baile en palacio, de cuya alegría participó el mismo cordialmente. (…) En
palacio, la noche del domingo estaban las “tapadas” algo más adelante que de
costumbre, pero en el baile del Cabildo, dado con anterioridad, la parte
inferior del salón estaba llena de ellas. (Hall, 1950, p. 27)
Se sabe
que para estos festejos fue contratada una orquesta dirigida por Fray Cipriano
Aguilar a quién se pagó la suma de 127 pesos; también se pagaron 25 pesos al argentino Matías
Sarmiento, músico mayor del regimiento Nº 8, del Ejercito Libertador “para ser
distribuidos entre los músicos que tocaron el 28 de julio” (Gamio, 1971, pp.
318,323). ¿Cuál fue la música en esa ocasión? ¿El vals estaría presente en esos
bailes? Aunque no se puede dar una
respuesta definitiva a esa pregunta, desde nuestro punto de vista creemos que sí.
El relato del
viajero inglés Robert Proctor, quien llegó a Lima en mayo de 1823, puede
ayudarnos a tener idea de cómo eran los bailes
en esos años. Proctor, el 25 de ese mes asistió a uno dado por los argentinos residentes
en Lima con motivo del aniversario de la independencia de su patria. A este
baile asistieron los militares de todas las naciones que en ese momento estaban
en esta ciudad. El relato es el siguiente:
“Las danzas
españolas eran muy elegantes y los nativos generalmente tienen mucha gracia.
Las parejas se colocan al estilo inglés antiguo pero el compás es de vals lento
y las figuras son mucho más variadas y
complicadas. La música en esta ocasión a cargo de la banda del regimiento del
Río de la Plata, era como pocas veces he oído mejor y aunque consideramos
difícil para ejecutantes en instrumentos de cobre tocar tanto tiempo, sin embargo,
estos músicos no solamente lo hicieron con facilidad, sino que también tocaban
marchas en los intervalos. (…) Después de la cena se reanudó el baile, que
continuó hasta el día.” (Proctor, 1998, p. 97)
Dos años más tarde, en Arequipa, en los
bailes que fueron parte de la celebración de la independencia y del triunfo
patriota en Ayacucho, el vals estuvo presente. Henrich Witt, viajero alemán que
permaneció en el Perú desde 1824 hasta 1890, estuvo en esa ciudad durante las
celebraciones y escribió lo que sigue:
“En el curso de este año se
dieron muchos bailes en Arequipa, con el fin de celebrar la reciente
independencia, así como para honrar a Bolívar y al ejército colombiano; yo
asistí a todos ellos, incluso al que se ofreció al Libertador, en el techo de
una hilera de casas que forman uno de los lados de la Plaza Mayor, al no
haberse encontrado otro lugar lo suficientemente grande para albergar a todos
los invitados. Me convertí en un perfecto adepto al lento vals español y, poco
a poco, superé las dificultades de los bailes nacionales españoles.” (Witt,
1992, p. 77)
El sábado 9 de diciembre de
1826, segundo aniversario de la batalla de Ayacucho, Witt se encontraba visitando la ciudad de
Puno y vio que “las damas y caballeros de Puno, estaban bailando en la plaza,
(…). El retrato de Bolívar se encontraba bajo un pabellón y todo el tiempo los
indios infatigables, caminaban y bailaban por las calles.” (Op. Cit.:115).
Continúa su relato el domingo 10, con las siguientes palabras:
“Después de almorzar en la casa
de Don Crowley asistí a un baile dado en la Prefectura. Aquí por supuesto
estaba reunida la aristocracia de Puno, pero como ya mencioné más de una vez,
entre las damas no se veía ni una sola cara bonita (…). En el salón destinado
para el baile, el retrato de Bolívar colgaba de un pabellón y la habitación
adyacente era para los caballeros (…). Los bailes fueron como de costumbre
danzas españolas y valses; esta vez me aventuré a buscar una compañera para
bailar vals y pienso que nadie debió tener queja sobre mi desempeño”. (ibíd.,
p. 116)
En 1827 visitó Cerro de Pasco y Huánuco y por
sus relatos sabemos que en esas ciudades
ya se bailaba el vals. El 15 de noviembre se encontraba en Cerro de
Pasco y después de visitar los socavones de las minas de Yauricocha escribió:
“(…) Cuando regresamos, vimos
que en casa de Francisco Vidal continuaban bailando y ya era como la media
noche cuando entramos. Francisco de Paula Otero, primer Prefecto de Arequipa y
en ese entonces del departamento de Junín, había llegado hacía algunos días y
daba este día una cena, después de la cual Vidal había invitado a los
asistentes a su casa. Me pareció que las mujeres que estaban presentes no eran
de lo mejor, en mi opinión; tal vez dos o tres eran verdaderas damas, otras se
me dijo que eran mantenidas como queridas y las demás pertenecían a un nivel
todavía más bajo en la escala de la sociedad. Bailé un vals y un baile del país”.
(ibíd., p.187)
Tres días después asistió a
una cena donde bailó bailes típicos y un vals:
“A las 5 pm fuimos a casa de
Francisco Vidal donde se había reunido un grupo de más o menos 20 damas y
caballeros para cenar. (…), Miguel Rivas se sentó al piano, otro invitado tocó
la flauta y estábamos de tan buen ánimo que nos paramos a bailar un baile
típico; doña Teresa, la pareja de Vidal, era la única dama. Con ella bailé un
vals y ambos llevamos bien el paso; no nos retiramos sino hasta que estuvimos
completamente exhaustos, lo que aquí, donde el aire está tan enrarecido, ocurre
mucho antes que en la costa”. (ibíd., p. 188)
Witt, viajero incansable,
continuó su periplo y el 24 de noviembre llegó a la ciudad de Huánuco. El
jueves 29 antes de continuar viaje
escribió:
“(…). Las Medrano nos había (sic) hecho una cachasparri
o fiesta de despedida. (…); los músicos consistían en dos violinistas y un
guitarrista; teníamos ponche helado y mistela de canela, un licor dulce con
sabor a canela, ambos traídos por Adalid. Moore y yo nos desvivimos en
atenciones cada uno con su escogida; bailamos valses, danzas españolas e
incluso danzas del país y era ya la medianoche cuando nos fuimos. No necesito
agregar que nos entretuvimos divinamente”. (ibíd., p. 199)
Witt continúa su relato el Viernes 30, en la hacienda
Quicacan, allí describió unos músicos que ya en ese entonces tocaban el
clarinete y ejecutaban valses:
“ (…). Tan pronto como se
recogió la mesa entraron dos hombres que empezaron a tocar el clarinete y a
tocar valses, tan mal, que era difícil estar seguro de lo que eran. Dansay dio
evidentes signos de su deseo de partir, lo que yo no tenía ganas de notar; por
el contrario bailé valses con Agueda, luego con Andrea” (ibíd., p. 200)
Witt estuvo en el Cuzco los primeros días de febrero de 1828.
Ahí, poseedor de buenas cartas de recomendación, alternó con las principales familias de la
ciudad. El martes 12 de ese mes, asistió a una fiesta en la casa de doña
Eulalia Camara y escribió lo siguiente:
“Muchos de los caballeros
presentes tocaban diversos instrumentos. Horas más tarde llegaron músicos y
comenzamos a bailar bailes como la contradanza y el lento vals español; en
ambos Moore y yo estuvimos perfectos, por lo que no tuvimos temor a alternar
con los nativos; a la 1 am pasamos a otra habitación donde nos sirvieron
sorbetes y otros refrescos. En resumen, desde nuestra partida de Lima no
habíamos asistido a una fiesta tan bien dada y por esto regresamos a casa muy
complacidos”. (ibíd., p. 257).
Una
semana después, continúa relatándonos sus reuniones con la alta sociedad
cusqueña:
“Con nuestros conocidos los
Piérola fuimos donde los mismos Barrela que el domingo anterior habían dado una
fiesta. Poco a poco se reunió un gran grupo, y entre ellos ciertamente una gran
proporción de jóvenes y hermosas damas. Me sentí muy a gusto y bailé todos los
valses y danzas del país, de los que, para mi gusto hubo muchos”. (ibíd., p. 262)
Unos años más tarde, Eugène de
Satigues, viajero francés, que estuvo en Arequipa en la misma época que Flora
Tristán, escribió estas líneas, en 1834:
“Me acordaré siempre de un
baile dado en gran parte en honor mío. (…) comenzó el vals y quise valsar a la
alemana, como se baila en todas partes en Europa. Mi compañera, después de tres
o cuatro saltos fuera de compás, declaró sin aliento que jamás había oído
hablar de un movimiento de vals tan violento y que le era completamente imposible
seguirme. A propósito de esto me hicieron muchas preguntas sobre el vals en
Europa y me rogaron valsar como en París. Una señora más valerosa que las demás
se decidió a servirme de pareja y empezamos. No habíamos recorrido la mitad del
salón cuando mi compañera se detuvo de improviso y se sentó en un sillón riendo
a carcajadas. Los espectadores hicieron coro y yo con ellos de buena gana. Su
vals es muy lento, con muchos contoneos y está enriquecido con toda clase de
movimientos de los brazos y de los hombros”. (Sartigues, 1947, pp. 13-14).
El documento del que se tenía conocimiento
y se creía el más antiguo sobre el vals en Lima, es un artículo aparecido en
“El Comercio” del 2 de octubre de 1839. En él se describe una fiesta dada por
el general La Fuente el 24 de setiembre, día de la fiesta de la Virgen de las
Mercedes, en la que se bailó la “valsa alemana”:
“(…) A las 9 estaban poblados
todos los salones de las personas de ambos sexos vestidos con elegancia, y ya
alternaban las vistosas contradanzas nacionales, con la alegre y rápida valsa
alemana.” (Citado en del Águila, 2003, p. 116)
Finalmente tenemos
los escritos de Paul Marcoy (alias Lorenzo
Saint Cricq), otro viajero francés
que recorrió el sur Perú dejando amenos relatos. Uno de ellos da cuenta de una
fiesta realizada en una hacienda en Lauramarca (Quispicanchi, Cuzco), en 1843, con
motivo de celebrar a Nuestra señora de las Nieves, patrona de Luaramarca donde bailó valses:
“(…) nuestras vecinas lanzaban miradas
furtivas a una guitarra colgada de la pared, algunos de nuestros compañeros,
adivinando su pensamiento, les ofrecieron galantemente el apoyo de sus brazos
para dar una vuelta de vals, ofrecimiento que pareció colmar todos sus deseos.
Durante
más de una hora, valsadores y valsadoras giraron a cuál mejor, no
interrumpiendo su movimiento circular más que para secarse la frente y vaciar
la copa. Pasado este tiempo, habiendo sido declarado por unanimidad el vals
demasiado rígido y afectado para satisfacer la necesidad de movimiento de que
todos parecían desposeídos, se lo sustituyó por la danza del país como más
movida. Desde el Maicito hasta la Moza mala, desde el Zambacueca hasta el Pajarito,
todo el repertorio local fue pasado en revista para mayor alegría de nuestras
chacareras, que declaraban divertirse como locas.” (Marcoy 1941, tomado de El Perú visto por viajeros Tomo II, 1973,
p.63. PEISA, Lima).
En el libro Nuestra pequeña historia de José Gálvez se reproduce el tenor de un
aviso publicado en la edición No. 1832 del diario "El Comercio" del 16 de julio de 1845. Ahí se señala que en la tienda del "Tigre" de la Calle de
Mercaderes se vendían además de métodos para aprender toda clase de
instrumentos, las últimas obras para piano de Herz (pianista que compuso el
vals "A Lima" años después), Hunten, Dohler, Czerny, Tholberg,
Strauss, y las óperas Norma, Semíramis, Lucía, Romeo y Julieta, Elixir de Amor,
Puritani, Barbero, etc. (Gálvez 1966:58. Citado tambien por Darío Mejía en "El vals que vino de Viena").
Como se desprende de lo
expuesto, el vals ya era bailado en el Perú
en la primera mitad del siglo XIX en reuniones sociales de la
aristocracia. En los escritos de los viajeros, el vals, o los diferentes
valses, se distinguen de las danzas nacionales y es todavía mucho después que
se comienza a hablar del “vals peruano” (con esa denominación se publicaron una
serie de valses en la década de 1870). A parte de estas referencias, no se ha
podido ubicar ninguna partitura que
hubiera podido darnos idea de cómo era la música de esos valses.
No nos atrevemos a afirmar que los valses se transmitían sólo de manera
oral a pesar de que como hemos señalado
sólo se conocen partituras para piano de la década de 1870; en cambio, sobre la
manera de bailarlos, ya en esa época llamó
la atención de los viajeros el hecho que algunos lo bailaran diferente: “enriquecido con toda clase de movimientos de
los brazos y de los hombros”.
En el Perú el vals parece haber seguido un camino inverso a
su difusión en Europa, donde de danza campesina se transforma en el baile de
los grandes salones. En nuestro país, de bailarse en las reuniones de los
aristócratas y terratenientes provincianos y en los bailes de los altos mandos
militares y diplomáticos extranjeros en Lima, el vals, sin abandonar las altas
esferas, pasó a bailarse entre los sectores populares y se transformó en “vals
peruano” y en Lima, en “vals criollo”. Pero esa transformación es ya materia de
otro artículo.
Lima,
marzo de 2010
luissame@hotmail.com
BIBLOGRAFÍA
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SARTIGUES,
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William Bennet (1994) [1825] Narración histórica y descriptiva de 20 año
de residencia en Sudamérica. Ediciones ABYA – YALA, Ecuador.
WITT, Heinrich (1992) DIARIO
1824 – 1890 Un testimonio personal sobre el Perú del Siglo XIX Volumen I (1824 - 1842). Banco
Mercantil, Lima.
[1]
Este artículo fue publicado en marzo de 2010 en la página web "Boletín de New York", la
que actualmente no está disponible, por lo que lo vuelvo a publicar como fue escrito.
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