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Licenciado en Educación - Historia por la UNMSM y diplomado en Estudios Musicológicos Peruanos por el Conservatorio Nacional de Música. Estudios de Musicología en el Conservatorio y en la Universidad de Ginebra. Publicaciones: - El Misterio del Cóndor - Método de Guitarra Andina Peruana - Diversos artículos en revistas y periódicos. Conferencia Magistral sobre El Cóndor Pasa… en el VI Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. Georgetown University (ATP) Y diversas conferencias en el país. Actualmente está enfocado en investigar la historia de la música popular en la ciudad de Lima.

viernes, 19 de junio de 2020

UNOS MINUTOS CON LA SEÑORA HERMELINDA VIUDA DE PINGLO



"LA LIRA LIMEÑA" N° 465 - Portada

           "LA LIRA LIMEÑA, revista semanal de canciones" dirigida por "Drope A. Von Asca" (Pedro Casanova) publicó en sus números 465, 466, 467 y 468, 469 y 471 un "interview" a Hermelinda Rivera viuda de Pinglo.El autor de la entrevista se ocultó tras el pseudónimo de "Amador". Por ser de sumo interés lo reproducimos para nuestros lectores

"LA LIRA LIMEÑA" N° 465 

Unos minutos con la señora Hermelinda viuda de Pinglo

        Las 5 de la tarde de un domingo invernal y nuestro carro cruza vertiginoso el Puente Balta. De soslayo y corno una evocación surge a nuestra vista el Rímac ya crecido que en la lejanía semeja sutil espejo de plata perdido entre la enhiesta maleza. Taciturnos y displicentemente arrellanados en los asientos pensamos en el objeto de este viaje en esta tarde lánguida que se nos muestra ahora en toda su deprimente visión, al entrar a la barriada de Cantagallo, el lugar de los genuinos criollos de honrosa tradición. Deseamos saber y conocer algo de la vida del desaparecido bohemio, alma máter de nuestra criolla canción, su vida íntima hasta donde fuera posible, las circunstancias que antecedieron a su muerte, el fatal epilogo del ser humano. Tarea de suyo delicada pensamos. Vamos a retrotraer y despertar adormecidos recuerdos de horas lúgubres, a hacer quizás derramar lágrimas de profunda amargura y a evocar con honda, dolorosa, agobiadora tristeza la figura de Felipe Pinglo para quién la muerte fue como la corona que ciñera la gloria en sus sienes para hacerlo inmortal.

Hemos descendido del auto y a grandes pasos ganamos terreno en el mismo corazón de la barriada, A un lado adivinamos el Rímac por el trepidar de sus aguas, al paso que unos arrogantes arbustos nos dan la impresión de hallarnos en una gigantesca huerta. Al otro: una heterogénea fila de casitas en cuyas puertas asoman diversidad de rostros. Hasta nosotros llega el trinar de una vihuela y dos voces varoniles se escuchan en un sentimental vals. Avanzamos rápidamente inquiriendo los números de las casas. De repente se presenta a nuestros ojos la figura de un callejón típicamente limeño. Entramos dejando a la puerta de la majestuosa y nada tranquilizadora figura de un fornido can que nos ha mirado sin mayor apuro y que luego se despereza muellemente.
¿El cuarto que ocupa la señora viuda de Pinglo? preguntarnos a la “portera” que con cierto recelo nos indica uno que está a la entrada.
Con indescriptible emoción nos hemos acercado a la puerta como sobrecogidos de religioso respeto. No percibimos un solo ruido. ¿No habrá nadie? pensamos.
En silencio hemos interrogado a la portera quien nos indica que si “están allí” y luego se hunde entre el laberinto de las destartaladas especies que llenan el perímetro de su alcoba encogiéndose de hombros.
Unos golpes nerviosos, fuertes, demasiado fuertes para turbar la tranquilidad de esa casa, hemos dejado oír. Unos pasos menudos se acercan y al girar la puerta con discreto movimiento deja al descubierto la fisonomía de una señorita de agraciado aspecto en el que la similitud de los rasgos nos indican que se trata de la hija del llorado maestro
¿La Casa de la señora viuda de Pinglo? preguntamos.
Si señor - nos responde -; pero tengan la bondad de pasar y tomar asiento que voy a llamar a mamá.
 Hemos tendido nuestros ojos por la habitación bastante humilde y devoramos inquisitorialmente lo que se ve en ella. De las paredes penden retratos, afiches y cartelones relativos a la memoria de Pinglo. En una mesita que se encuentra al centro de la habitación, hay un retrato del inmortal criollo con la apacible mirada del artista enfermo. Unas cuantas sillas dispersas en la alcoba  (continuación


"LA LIRA LIMEÑA" N° 466

"LA LIRA LIMEÑA" N° 466 - continuación


(Continuación)

nos delatan elocuentemente la humildad de los que en ella habitan.
¡Cuánta pobreza en casa del insigne compositor peruano, patriarca de nuestras canciones meditamos y cuánta ignominia de todos aquellos que han aprovechado de sus obras, hurtando el patrimonio intangible de sus producciones dejado a la viuda y a sus menores hijos. A todos ellos hemos de desenmascarar en las páginas de “La Lira Limeña” con la franqueza que nos caracteriza para que llegando a conocimiento de las autoridades competentes se ponga coto al incalificable abuso que se ha cometido y se sigue cometiendo con los descendientes del noble criollo, apropiándose ilícitamente de sus composiciones para utilizarlas con fines mercantiles …Nos saca de nuestra meditación la presencia de la señora Hermelinda Rivera viuda de Pinglo quien como es natural no oculta su sorpresa ante nuestra visita.
Somos de “LA LIRA LIMEÑA” explicamos. —Queremos entrevistarla para hacer conocer a nuestros lectores algunos aspectos inéditos de la vida de su ilustre esposo.
La honorable viuda del recordado maestro parece algo desconcertada ante nuestros requerimientos; pero rápidamente a la vez que nos ha invitado a tomar asiento, nos manifiesta que está a nuestras órdenes.
Y comienza nuestro interrogatorio, el eterno y monótono interrogatorio periodístico. Sabemos que nuestra acuciosidad atraerá nostalgias dolorosas de pasadas horas; que nuestras interrogaciones descarnadas y brutales serán el despertar de recuerdos para aquellos seres a quienes el tiempo solo ha servido de paliativo y que al entrar con el alma entristecida en los dominios de lo pasado, nuestra imaginación inquieta vivirá con el relato que salga de los labios de la que fue la fiel compañera de su la vida para admirar una vez más la grandeza del hombre que consagró su musa a la canción criolla.
Felipe nació en Lima el 18 de julio de 1899 nos habla la señora Hermelinda del matrimonio de don Felipe Pinglo y de Doña Florinda Alva. Desde pequeño mostró grandes condiciones artísticas que al llegar a la pubertad aflorarían en toda la gama exquisita de su innegable valía. Cursó su Instrucción Media en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe distinguiéndose como alumno ejemplar y estudioso estimado sobremanera por sus condiscípulos y maestros. Desde entonces empezó a manifestarse en él la irresistible vocación por las composiciones criollas como complemento de sus aficiones musicales que a los 17 años se manifestaban ostensiblemente en el canto y en el tocar de la guitarra y la flauta,- Nos conocimos en el año 1916 y celebramos nuestro matrimonio en el año 1919 cuando la Gran Guerra habla terminado con toda su horripilante violencia.
¿Puede indicarnos cual fue su primera composición?
“Amelia” un vals nos responde prestamente la Señora viuda de Pinglo, siendo “Hermelinda” otro vals, su obra póstuma, compuesta en mi honor, cuatro días antes de morir.
¿Cuántas composiciones ha dejado hechas?
Cerca de doscientas—nos dice—entre las cuales están incluidas las que ya son sobradamente conocidas, como «La Oración del Labriego» «El Plebeyo» «Mendicidad», etc.- ¡Carmen! dice de pronto—tráeme las composiciones de tu padre que están en el ropero.
Pasan unos instantes de silencio e irrumpe en la habitación la gentil hija del maestro. La contemplamos a nuestro sabor mientras con delicadeza y gracia eminentemente femenina desenvuelve el legajo de papeles que ha traído. Es una morenita de agraciado rostro que frisa en los 15 años. Sus grandes ojos negros tienen el mirar de su noble padre y se sonroja al mirarnos.
 Vean Uds.— nos dice la viuda todas estas son las composiciones de Felipe.
Presas de viva emoción cogemos esos papeles en los que volcó toda su alma el criollo. Desfilan ante nuestros absortos ojos diversas letras. Hay infinidad de versos, ora melifluos y liricos, ora enérgicos, dramáticos y dilapidadores.
En todos ellos se trasunta el signo incontrovertible del artista. Al buen tun tun tomamos uno; se trata de la Polkita “Alejandro Villanueva” inspirada en la personalidad del maestro del foot ball peruano.

(Continuará el en próximo número)


"LA LIRA LIMEÑA" N° 467


(Continuación)

Desconocida para muchos esta polkita de puro sabor criollo, es una apología entusiasta de las virtudes futbolísticas del popular morocho del “Alianza Lima”. Cogemos otra: lleva por título “Senectud” y es un vals compuesto en el mes de Enero de 1936. Luego gozamos de las delicias de saborear «Terroncito de Azúcar» un one-step muy poco conocido. Así sucesivamente desfilan ante nuestra vista otras producciones, todas saturadas del más puro criollismo.

La hija del maestro ha abandonado la pieza y ahora frente a la viuda nos disponemos impertérritos, a continuar nuestro interrogatorio.
¿Díganos ahora en qué fecha falleció su esposo y cómo fueron sus últimos momentos? preguntamos fríamente.
Tengo tan presentes todos estos detalles—nos responde—como si hubiera sucedido ayer. Ocho años antes de su fallecimiento ocurrido el 13 de mayo de 1936, se notaron en él, síntomas de diversas enfermedades que después atormentarían su vida. Con gran resignación sufrió todos sus males  que visiblemente empeoraban con el trascurso del tiempo, lo que hizo necesario su internamiento en un hospital del cual salió ocho días antes de morir. Ya en casa fue un gran consuelo para nosotros tenerlo a toda hora y atenderlo solícitamente como era natural, A este respecto, nos dice luego con énfasis la viuda, no puedo menos que testimoniar elocuentemente el agradecimiento sin límites que guardo para todos sus amigos que siempre estuvieron a su lado alentándolo en todo momento, hasta que llegó el fatal día 13 de mayo en el que a las cinco y treinta de la madrugada falleció en mis brazos rodeado de sus hijos y amigos y en pleno uso de sus facultades mentales... 
Ha llegado el momento cumbre de este sencillo relato; nuestra brutal curiosidad ha siso el punzante  bisturí que ha ahondado la cicatrizante llaga. La señora Hermelinda viuda de Pinglo no puede más, grandes sollozos ahogan su voz….   Hondamente consternados ensayamos algunas frases de consuelo; frases huecas, entrecortadas, incoherentes, sencillamente vulgares con lo que pretendemos mitigar un dolor que se muestra con toda elocuencia.
El panorama de esta tarde triste parece haberse contagiado del ambiente. Mientras que por ahora un silencio eterno para nosotros reina en la habitación, desde nuestra indolente silla contemplamos a través de una ventana discretamente abierta el aspecto mortecino de la tarde que fenece, mientras que bruscamente las sombras de la noche comienzan a manifestarse con lo negruzco de sus tonos. En la habitación inmediata escuchamos sollozar quedamente a Carmencita la hija del artista. Es una escena a la que no hubiéramos querido arribar.
Carmen—dice de repente la viuda—trae a tu hermanito.
Aquí tienen ustedes a mis hijitos nos dice con orgullo la viuda, Carmencita a quien ya conocen y a Felipe Alejandro Pinglo Rivera. Tenemos a nuestra vista al varoncito que cuenta en la actualidad con trece abriles; es un adolescente de mirada altiva y ademanes finos. Nos tiende la mano muy cordial y luego se retira en unión de su hermanita a la pieza inmediata.
La presencia de su hijos ha reconfortado grandemente a la señora Hermelinda que más sosegada ahora nos dice. Mis hijos y las composiciones de Felipe es lo único que me queda. Carmencita estudia en la actualidad Comercio en la Escuela Nocturna del Corcovado y mi hijito sigue su Instrucción Primaria en una Escuela Fiscal.
Si la pregunta no es indiscreta—insinuamos—podría decirnos en que se ocupa Ud.?
Yo vivo de mi trabajo; atiendo a los quehaceres de mi casa y coso algo y ayudo

(Continuará el en próximo número) 
"LA LIRA LIMEÑA" N° 468
 a la vez a Carmencita en la labor de enseñar a los pequeños que vienen a la “escuelita” que tenemos en casa; aquí les enseñamos las primeras letras—nos dice—y Carmencita los quiere y los mima mucho, enseñándolos a deletrear y a persignarse. Los chicos sienten verdadera adoración por ella. No ocultamos una sonrisa ante la sencillez del relato.
¿Y ha sacado Ud. algún provecho de las obras de su esposo? ¿Ha sido protegida en alguna forma?
 ¡Ay!—Nos responde con amargura.—He sido muy explotada. Gentes inescrupulosas aprovechándose de que las composiciones no estaban registradas y valiéndose de procedimientos innobles y tinterillescos se han apropiado de alguna de ellas, llegando en su criminal conducta hasta querer negar la autenticidad de las obras de Felipe Abusaron y continúan abusando de estas circunstancias para hacer impresiones musicales, supuestos «arreglos», representaciones cinematográficas a base de los cantos de mi esposo que sirvieron muchas de las veces de inspirado argumento, teatralizaciones de algunas de sus obras sin ningún derecho y con fines evidentemente lucrativos, sin que a mí se me haya tomado en cuenta para nada y dándome únicamente la irrisoria suma de S/. 40.00 por la música de «El Plebeyo» en tanto que la Empresa que explotó la obra a la que sirvió de argumento la referida música obtuvo muchos miles de soles. Toda esta serie de atropellos se ha realizado ante la indiferencia realmente inexplicable del «Centro Musical Felipe Pinglo» de quien dicho sea de paso no merezco absolutamente nada.
Ha anochecido rápidamente y desde nuestro asiento espectamos un pedazo de cielo, un trozo de espacio encajonado entre los moldes de la entreabierta ventana. Por entre ella asomamos nuestra cabezas; titilan en lo alto algunas estrellas, en tanto que ha hecho una breve pausa la señora Hermelinda en lo más sensacional de su relato…
 Las últimas frases las hemos escuchado como adormecidos v desconcertados ante tanta infamia y sentimos que la indignación se nos sube al rostro.
—Trae un poco de luz Carmencita— ordena la viuda. Carmencita no se hace esperar y aparece con un bonito lamparín que esparce claridades difusas por la habitación en todo lo que puede abarcar sus débiles rayos, dejando en una agradable penumbra el resto de la alcoba.
La indignación que mostramos se traduce en un nervioso movimiento de nuestro cuerpo en la paciente silla y no podemos menos de condenar acremente las vilezas cometidas.
¿Es posible exclamamos—que se haya cometido tales abusos con Ud.?
Con un leve movimiento de cabeza asiente la viuda a nuestra interrogación, y no puede ser de otro modo, en efecto. Recordamos haber visto en algunas editoriales musicales algunas músicas del malogrado maestro, presentadas como “arreglos”; recordamos haber asistido a algunas películas de una conocida Empresa Cinematográfica Nacional que se inspiraban en varias producciones de Felipe Pinglo y nos consta que se ha teatralizado recientemente otra de sus composiciones y sabemos que se encuentra en plena preparación otra teatralización y respecto del “Centro Musical Felipe Pinglo”, recordamos que éste organizó una función a beneficio de la viuda y los hijos del llorado bohemio en el Teatro Segura.
—Pero señora—decimos—¿y el producto de las funciones organizadas por el “Centro Musical Felipe Pinglo” a beneficio de Ud. y de sus hijos que constituyo un éxito enorme tanto artístico como de taquilla, no la alivió siquiera discretamente?

          (Continuará el en próximo número)

"LA LIRA LIMEÑA" N° 469

(Continuación)

¡Ay señor!—nos dice con profundo desconsuelo la viuda—De esa función solo obtuve la satisfacción de poder constatar como estimaban a mi esposo y sólo recuerdo que el Centro Musical me proporcionó únicamente los pasajes para concurrir a la función y después para conducirme a mi domicilio, sin que después haya obtenido yo algún otro beneficio.
Nuestra reacción ante la monstruosidad de este hecho se traduce en una risa forzada por decir lo menos y omitimos calificarlo por ahora a fin de dejar a nuestros lectores libertad para apreciarlo.
Un silencio sepulcral ha sellado las últimas frases de la viuda, turbado únicamente por el tenaz chisporroteo del lamparín y por uno que otro suspiro entrecortado de la Señora Hermelinda Rivera viuda de Pinglo. De repente una voz clara, pastosa, de fino timbre se deja escuchar en aquello de:
“Que fue de tu belleza”
Que fue de tu hermosura, etc.
Estamos seguros que esa voz no puede salir de otra garganta que no sea la de la simpática hija del maestro, a quien íbamos a guardar “el secreto” de poseer una hermosa voz y un gusto que ya quisieran tener muchas y muchos de nuestros criollos que pululan en nuestras emisoras.
Con una sonrisa en la que se infiere una rebosante satisfacción nos manifiesta la viuda que en efecto se trata de su hijita que está interpretando el vals “Porfiria”.—Al finalizar no podemos menos que aplaudir sin reservas y aún a riesgo de que se desnaturalice el cariz de la interviú a la gentil Carmencita.
Mi hijita es una gran aficionada a la música y al canto—nos dice con tono jovial la señora viuda de Pinglo.—Hay que oírla interpretar las piezas de su padre y a propósito—continúa la viuda—nosotros escuchamos continuamente las audiciones que propalan algunas broadcastings y no podemos menos que lamentar profundamente el enconado destrozo que hacen algunos intérpretes, de las músicas de Felipe, particularmente con el vals “Porfiria” que hoy está en boga, el que es cantado en forma enteramente diferente del original, con lo que se le resta naturalmente toda la belleza y armonía que el encierra.
La sombra de amargura, de desconsuelo de letal decepción que se cernía sobre el rostro de la señora Hermelinda viuda de Pinglo, parece haberse despejado.
Como en anterior ocasión hemos advertido que al hablar de sus hijos se columbra en sus ojos una esperanza y sus palabras son más firmes y plenas de lógico optimismo. Y es que ellos lo constituyen todo para ella. Hundida entre las paredes de esta alcoba, desconocida para muchos, indiferente para otros, olvidada para todos, consagra su existencia a la vida de sus vástagos.
La vida con su devenir incesante y monorrítmico como dijera Azorín, pasa por aquella casita de la barriada de Cantagallo a cuyo frente se desliza el Rímac ya crecido, con la inconmensurable variedad de sus aspectos. Muchos inviernos como el que hoy pasamos desataron su inclemencia sobre la honrada casa del genial maestro. Vino luego primavera con sus flores y el estío con sus frutos y la vida siempre la misma en aquella pintoresca casita. La vida siempre la misma, quieta y cotidiana (para repetir a Azorín) deslizándose en esta alcoba en la que frente a la señora Hermelinda Rivera viuda de Pinglo hemos divagado algunos minutos…
Turba nuestra meditación unos golpecitos dados a la puerta. La señora Hermelinda se irgue rápidamente y se dibuja en el marco de la puerta la figura de un chiquitín y de una señora ya entrada en años.
¿Cómo está Ud. señora Hermelinda? Aquí vengo a matricular al pequeño—habla con cierta garrulería la visitante.



"LA LIRA LIMEÑA" N° 471

(Continuación)

N. de la R.— El autor de esta interesante interwiew a la que damos término en este número es un conocido y popular elemento de la Radio que por razones personales nos ha suplicado que no expresemos su nombre. Cumplimos gustosos este encargo y guardamos fielmente el incógnito hasta que la ocasión haga indispensable su revelación. "AMADOR" es el seudónimo con el que en adelante escribirá exclusivamente para "La Lira Limeña" y para la futura revista "Melodías"

El chiquitín se ha desprendido entre tanto de la mano de su acompañante y ahora en brazos de Carmencita que ha acudido a la visita. nos mira con sus ojos glaucos y regordetes un tanto perplejo La viuda ha despedido a la señora que parece ser abuelita del pequeño y ahora Carmencita lo acosa a preguntas mientras que con singular ternura le acaricia el rostro y arregla la desordenada cabellera del parvulito.—¿Conoces las letras?—le pregunta.—Vamos a ver has la señal de la Cruz!
El chiquitín un tanto huraño como es natural a esa edad, mira al suelo y por los pucheros que hace adivinamos un chaparrón de lágrimas y gritos. Comprendiendo esto Carmencita se lo lleva en vilo entre alegres risas y sonoros besos.
Es un nuevo alumno nos dice riéndose la viuda Ya se acostumbrará. Todo está en que tome confianza y cariño Carmencita.
Efectivamente señora—respondemos con un resuello que quiere ser un suspiro de impotente envidia por las caricias espontáneas prodigadas por la simpática hija del maestro. ¡Quien pudiera ser niño, pensamos! ¡Quien pudiera ser niño para que nos trataran con ese mimo y esa extremada bondad con que Carmencita obsequia a los pequeños…
Un viejo reloj de pared en la pieza inmediata ha medido lentamente unas horas; las suficientes para darnos cuenta que debernos ya poner término a la entrevista. Estamos ya en plena noche de típico cariz invernal. Hemos pasado algunos momentos que nos ha parecido toda una vida. A través de las narraciones que nos ha hecho la señora Hermelinda viuda de Pinglo hemos seguido como en una proyección cinematográfica, los sucesos más resaltantes de la vida del genial maestro que en la madrugada del 13 de mayo de 1936 abandonó este Mundo, “inquieto, artero y falaz” que dijera en una de sus magistrales producciones. Nos despedimos con un cariñoso saludo y con la efusión propia de la admiración hacia los descendientes del autor de “Porfiria”. Salimos: el panorama de esta noche nos invita a la meditación. Mientras rápidamente ganamos la salida atravesando el tortuoso callejón que describiéramos anteriormente, surge a nuestra vista pero en una indescifrable visión la vegetación que cubre las márgenes del Rímac. Ahora más cerca distinguimos las siluetas de los gigantescos arbustos que viéramos hace algunos momentos. Sopla un ligero viento que hace estremecer sus ramas en vaivén rítmico y majestuoso. Dicen que por los contornos habita otro criollo que ya destaca en el ambiente: Pedro Espinel que se inspiró en este panorama para componer su polkita “La Campesina”. Es amplia ahora la visión que tenemos de esta noche tan llena de emociones en tanto que atravesamos e irrumpimos en plena barriada de Cantagallo. La luna en lo alto de su carrera nos prodiga la fronda de sus rayos en tanto que en la cima del San Cristóbal, en lo alto, allá casi en lo inaccesible brilla la Cruz del Redentor con sus brazos dirigidos hacia la Tres Veces Coronada Villa. Es imponente el espectáculo que nos ofrece la mística visión del San Cristóbal con su luminosa Cruz que surge de su enhiesto pico y se eleva al infinito con los brazos abiertos para aprisionar en ellos el corazón de la Católica ciudad de los Virreyes, ¡Sublime espectáculo de esta soberana Cruz levantada por la piedad limeña en la cúspide de su más elevado cerro como ostensible prueba de convicción y fe! Ha de brillar ella por los siglos de los siglos y ha de abrigar bajo sus pies que a ellos les están rendidos los miles y miles de almas que todas las noches al encenderse en la inconmensurable altura le rinde el tributo de su acendrada piedad. Estamos ya en pleno Puente de Balta y mientras el ronquito, del motor de nuestro “Ford” nos indica que va a partir pensamos todavía en la casita que hemos dejado hace algunos momentos en donde quedan los descendientes del gran compositor. Rueda el carro y todavía entre el cristal del automóvil divisamos como una constelación, grandiosa, única, universal la Cruz del San Cristóbal con sus amorosos brazos extendidos y aprisionando el corazón de la noble ciudad de los Virreyes.
AMADOR

viernes, 12 de junio de 2020

MÚSICA Y DANZAS EN EL DIARIO DEL VIAJE DEL PRESIDENTE ORBEGOSO AL SUR DEL PERU - 1834



                Publicado por primera vez en 1924 con el título original de Diario de la marcha que hace su excelencia el presidente provisional de la república peruana Don Luis José Orbegoso a los departamentos del sud, este importante trabajo del cura quiteño José María Blanco es el diario de viaje que el entonces presidente Orbegoso realizó desde Lima hasta el Cusco entre el 11 de noviembre y el 26 de diciembre de 1834 (En el Cusco permaneció por lo menos hasta el 20 de enero de 1835, última fecha del diario). Este “diario de campaña” (“campaña” tiene una connotación militar y se justifica por el contexto histórico del momento) fue calificado por Basadre como “una viva enciclopedia del Perú meridional”.

En lo que sigue intentamos rescatar la valiosa información que en él se encuentra referida a música y danzas de los lugares que fueron visitados. En verdad las notas son escuetas pero nos muestran un panorama ignorado por la incipiente historia musical del Perú, aquejada de “Lima-centrismo”. En el Diario se encuentran referencias a danzas como la zamacueca, el panalibio, el toromata, consideradas como limeñas –o, en todo caso, costeñas– bailadas en el Cusco. William Topmkins en Las tradiciones musicales de los negros de la costa del Perú ha sido el único en señalar esto:

La más antigua referencia conocida que se ha encontrado es de alrededor de 1834 y se encuentra en el diario de José María Blanco, quien describe los tres días de canto y baile que acompañaban los matrimonios en el Cusco e incluían la bomba, el tormata (sic), el llanto y la zamacueca. El “tormata” se describe como teniendo muchas fugas (Tompkins 2011: 151).

No son referencias únicas ya que el viajero francés Paul Marcoy también las cita unos años más tarde.  

En el Diario hay referencias a danzas de diablos que se acompañan con “quijada de burro, caja y guitarra” (en 1904 Adolfo Vienrich también las describe como bailadas en Tarma) y también danzas como el “pachac-ángel” y danzantes de tijeras que no se encuentran en un contexto ritual, sino festivo y de diversión. La asociación de la danzas de tijeras con la religión al parecer es un constructo posterior.

 En diversas ocasiones menciona la presencia de “orquestas” pero lamentablemente se obvia indicar su conformación instrumental y los géneros musicales interpretados. También se mencionan los “jaruaes” o “yaruaes”, que podrían ser los “harauis” campesinos diferentes a los “yaravíes” que también son mencionados.

                Esperamos que este material sea de provecho para los interesados en la historia de la música peruana.

1834

NOVIEMBRE 

12
Alcaldes de Lurín y Hacienda San Pedro
La negrería de la hacienda, que acostumbra finalizar sus trabajos diarios dirigiendo sus preces al cielo, entonó en variados cantos, himnos eclesiásticos, que si no se hubiesen oído y visto, que los que los entonaban eran los mismos seres degradados que forman las grandes fortunas de los que tuvieron más maña que ellos, para esclavizarlos, era de creer que espíritus celestiales los entonaban; tal era la cadencia, y sonido suave y diferentemente modulado que afectaba sentidos. S.E. se conmovió de la miseria de estos infelices, y bañándose sus ojos en lágrimas de dolor, se desquitó con prodigarles cariños. Pasada esta escena de dolor y tranquilizado S. E. se retiró a dormir haciendo lo mismo su familia (p.10).

13
Viaje a la hacienda de Bujama—pueblo de Chilca
Concluido éste, paso hasta Chilca distante otras cuatro leguas de la Cruz de Hueso, donde fue recibido de fiesta, y cortejado por los chilcanos, que no satisfechos con haber formado muchos arcos en el pueblo, cubiertos de banderas y cintas, salídole al encuentro y vitoreádole continuamente, le presentaron un concierto de música, compuesto de dos arpas, un violín, un clarinete y violón, a cuyo compás le cantaron una aria, que si no es arreglada a los preceptos del arte, era conforme con la alegría de que se hallaban poseídos, teniendo en su país, al que poco ha les había confinado la tempestad que iba a sepultarlos en un abismo de males. Los versos son los siguientes:

"Sólo por saludarte            1
nuestra venida ha sido,
goces de felicidades,
 por eternos siglos.

De tu feliz ventura              2
estamos complacidos,
y tu buena dirección
en honor nos ha sido.

Que goces felicidades       3
en un libre albedrío,
pues nos favoreces
hoy muy benigno.

Todos en alta voz,               4
con una voz excesiva,
así hombres como niños viva,
su excelencia, viva.

Mil parabienes te damos   5
oh héroe esclarecido,
goces de felicidades
por eternos siglos".
(p. 10-11)
14
Casa Blanca
Inmediatamente una compañía de granaderos del batallón Defensores de la ley mandado por el benemérito señor coronel Don José Domingo Casanova, que estaba de marcha hacia Ayacucho, llegó a hacerle la guardia, la que, habiendo sido despedida, dejó la música que llevaba consigo para que aumentase la alegría común. (p. 13-14)-
17
Cañete
No bien entró en ella cuando una orquesta de música acalló las vivas de la multitud. El bello sexo que se había reunido allí principió, como acostumbra, a poner en ejercicio sus gracias, que afectaron los ánimos de los concurrentes, luego regalaron a S. E. flores y a poco tiempo entonaron canciones.
(…)
A las siete de la noche principió el baile, el que lo rompió con un vals S. E. acompañado de la señorita hermana del señor general O'Higgins. Duró éste hasta las once de la noche, en que S. E. se retiró con toda su comitiva a Montalván. A las siete de la mañana se levantó S. E. para seguir su marcha al pueblo de Lunahuaná, distante ocho leguas de la villa de Cañete. A las ocho le sirvieron un abundante y lucido almuerzo, y estando para montar le cantaron las señoras una canción patética, que enterneció a S. E. y afectó a muchos de los de la comitiva que estaban ya montados, esperando sólo que montase S. E. para salir de Montalván. (p. 16)

23
Huancavelica
Llegó S.E: a esta villa a las cuatro de la tarde, atravesando por en medio de un crecido pueblo que había salido a su encuentro. (…) felicitaron a su excelencia en continuos y expresivos brindis, manifestándole su adhesión. Terminada ésta se levantó S.E. a gustar de la sociedad de las señoras y entretenerse con el baile de los danzantes, y la música que no cesó de tocarse desde su arribo hasta muy entrada la noche en que se retiró a dormir (p. 25).

26
Llegada y salida del pueblo de Pucará
(…) sus infelices habitantes salieron a recibirlo al camino, haciendo retumbar los cerros y las desiertas punas de su país natal con su algazara, tambores y bailes (p. 39-40).

27
A las ocho de la mañana se puso S.E. en marcha para el pueblo de Acobamba, después de haber almorzado, despidióse, y recibió el obsequio de los bailes de los danzantes, que no durmieron toda la noche tocando sus arpar [arpas] y pitos (p. 40).

Recibimiento de S.E. en Acobamba
Casi la mayor parte de personas visibles salieron a encontrar a S.E. en Acomachay, y sucesivamente se iba aumentando la comitiva, interpolándose en ella las diversas bandas de danzantes, que con sus bailes y vivas hacían retumbar los cerros.
(…) Se alojó en una casa lujosamente amoblada, donde le obsequiaron con profusión. La orquesta de música que estaba a la puerta de la habitación donde tenían dispuesta la gran mesa, permaneció tocando hasta muy entrada la noche en que se retiró a dormir S.E. (p. 41).

29
Recibimiento de Huanta
A una legua antes de Huanta se hallaba el cabildo, el cura y, los diputados por Huamanga para felicitar a S. E. con muchas personas decentes de la población. Luego que se acercó a ellas S .E. echaron todos pie a tierra y lo saludaron. Desde aquí estaban apostados de trecho en trecho arcos dispuestos con lujo y al pie de ellos partidas de pacha-ángeles, que son unos danzantes vestidos de sombreros grandes y tijeras en mano, con que llevan el compás de la caja y pito o de la música (p. 43).

Villa de Huanta
El templo pobre y falto de decencia. Sus ornamentos son viejísimos.
El órgano que tiene es chico, y como no está concluido el templo, está colocado en el crucero fronterizo a la capilla del Rosario (45).

DICIEMBRE
Salida de Huanta
A las seis de la mañana estaba en pie S. E. esperando que cargaran para seguir su marcha a Ayacucho. (…) Las calles del tránsito estaban ricamente adornadas. Hubieron muchos danzantes y un acompañamiento numerosísimo. El adorno de las calles se extendió a más de una legua (p. 47).

Pueblo de Pacaicasa
(…) salieron a recibir a S.E. todos los habitantes. Las calles estaban ricamente adornadas. Hubieron 16 arcos, muchos cohetes, camaretas y repiques. Dos partidas de danzantes y pachac-ángeles extendían a grandes distancias la alegría. Con este acompañamiento llegó S. E. a la casa destinada por el cura para su alojamiento, la que tenía una orquesta de música, y estaba adornada de colgaduras, sitial, y cubierta con una mesa llena de dulces exquisitos y fruta; luego que sea apeó S. E. y fue cumplimentado se le sirvió una abundante y delicada comida. Acabada ésta tuvo que admirar S. E. y su comitiva la destreza y barbaridad de un pachac-ángel que con la tijera que tenía en la mano se hacía incisiones en la lengua y en los carrillos (Id.).

Llegada a la ciudad de Ayacucho
Muy a lo lejos se descubrieron las llanuras de la ciudad de Ayacucho desde donde con los rayos reflejados del sol se conocía que estaba cubierta de gente vestida de lujo, y que había una caballería lucida. (…)
El señor general prefecto don Domingo Tristán estaba a la cabeza de más de ochocientos montados, entre quienes se hallaban los Cabildo eclesiástico y secular, los rectores de la universidad y seminario, los doctores, colegio, eclesiásticos, y personajes de lo civil, eclesiástico y militar del primero y segundo orden.
Fuera de ese lucido concurso el resto de los demás particulares compuesto de todas las clases de la sociedad, hacía un contraste asombroso por la variedad de vestuarios y adornos. Divididos en diferentes grupos, unos vivaban, otros entonaban canciones patrióticas, y todos juntos saludaban al salvador de su Patria.
(…) Desde aquí hasta la ciudad principiaron los arcos, que ascendieron a 200, muchos de ellos compuestos con plata labrada, y todos con flores, espejos y banderas. La numerosa comitiva de a caballo y de a pie que acompañaba a S. E. no cabía en las calles obstruidas con danzantes, música y tiradores de cohetes (p.48).

AYACUCHO
Tan luego como se acercó S.E. a la ciudad, que fue a las 12 del día, principiaron los repiques de campana. La tropa tendida en dos alas que formaban calle en la distancia de seis cuadras, le presentó las armas batiéndole una marcha con las dos lucidas bandas de música, y de todo los balcones salían palomas encintadas, mixturas y esencias (p. 49).

2
Reconocimiento de la ciudad
A la ocho de la noche principió el baile que le dio el señor prefecto, el que duró hasta las tres de la mañana. Aquí las señoras ayacuchanas desplegaron las gracias de un modo nada común a los países interandinos. Rompió el baile Su Excelencia con la señora doña... [en blanco] y las señoras ... [en blanco] cantaron arias y oberturas de Rossini (p. 54).

8
Llegada al pueblo de la Quina
Aquí fue recibido con trasportes de alegría. Una legua antes del pueblo principiaban los arcos que ascendieron a 50 y en cada uno de ellos estaban apostados danzantes y pachac-ángeles, que cantaban a S. E. en el idioma indio canciones análogas a la celebridad (p. 55).

9
[Décimo] aniversario [de la batalla de Ayacucho]
No bien se dejó ver el sol, dorando las escarpadas cimas de los Andes, cuando una descarga triple saludó al gran día de Ayacucho. Las bandas rompieron las dianas, y la música con sus marchas patrióticas hicieron resonar el vasto desierto que a los diez años se sentía otra vez conmovido con el estruendo del cañón. (Id.).
(…)Terminado el almuerzo montó S. E. a caballo y con la lucida comitiva volvió a recorrer el campo, dirigiéndose a la cuchilla del cerro por donde bajaron los españoles, la que trepó y llegó a su cúspide donde el año 24 estaba el virrey La Serna y su gran ejército. Los soldados entregados a la diversión bailaban juntamente con los paisanos y con los danzantes. De suerte que el solitario llano de Ayacucho parecía en este día una ciudad popular.
(…) En medio de la comida hubo brindis y alocuciones enérgicas. Duró la mesa hasta las seis de la tarde, en que salió S. E. a ver llegar el ejército, precedido de danzantes, y seguido por más de cuatro mil paisanos (p. 56).

Usos y costumbres
Tiene ésta como todas las ciudades sus usos y costumbres singulares. En sus diversiones y fiestas públicas bailan los indígenas de huailias, danzantes, panalibios y diablos. El baile de las huailias es reducido a que las mujeres vestidas de lujo con paños blancos y azucenas grandes de papel en las manos bailan acompañadas de los hombres, que llevan sonajas, cantando versos. Esto lo hacen en la navidad a presencia del Niño Dios.
Los danzantes son indígenas, que vestidos de calzón colorado, con sombreros redondos de alas muy grandes, llenos de plumas, chupines galoneados con muchos bobos de gasa y encajes cubiertos de cintas de todos colores con zapatos de igual clase, bailan con tijeras en las manos, llevando el compás de la música.
Los panalibios llevan un monigote, que baila la contradanza, haciendo mil estorciones [sic.], iguales a las que hacen los bailarines.
Los diablos se visten de varios colores y cuernos, llevando todos ellos espuelas grandes en los pies y quijadas de borrico en las manos con campanillas, acompañando con todo esto el compás de la caja y guitarra con que bailan.
Tienen la costumbre en Todos los santos, [1° de noviembre de cada año], de beber sólo vino, y comer pasas, higos secos, maní, frijoles y maíz tostado y reventado, que llaman confites.
En los jueves llamados compadres y comadres, mandan decir sus misas a los santos como a compadres suyos, poniendo sus quillas y colgaduras en los templos; terminadas éstas van con la comitiva que los acompaña a comer y beber en sus casas. En la navidad y en todo el invierno hacen sus paseos a todas las huertas que circuyen la ciudad, en las que forman sus grandes merendonas, y comen las delicadas frutas de hueso de que están cubiertas éstas.

DE AYACUCHO A ABANCAY
15
Suceso del pueblo de Tambillo
Llegó S.E. a este pueblo a las once del día, acompañado de la mayor parte de los indios de la comarca, quienes los recibieron con banderas, repiques y danzas (p. 74).

17
Tejahuasi
Todos los individuos de las parcialidades de indios estaban de fiesta y muchos ellos vestidos de danzantes con cajas, pitos y guitarras (p. 78).

18
Pueblo de Talavera
Luego que llegó S. E. al río lo saludó el pueblo con un viva pronunciado simultáneamente por más de seis mil individuos: inmediatamente empezaron los danzantes a bailar, y poniéndose el pueblo por un extremo y otro del Camino le formaron una ancha calle, por la que pasó vivado, cubierto de flores y acompañado de más de seiscientos montados, llevando por delante más de doscientos danzantes, y quinientos jóvenes que con banderas y flores en las manos iban poblando el aire de vivas y aclamaciones hacia S. E. Al acercarse al pueblo principiaron los repiques y camaretas (p. 82).

Llegada a la villa de Andahuailas
Las campanas, cohetes y camaretas ahogaban el grito universal, y el sonido de las músicas apostadas en muchas calles no podía ser percibido por la muchedumbre. De este modo, y en medio de danzas, cánticos y aclamaciones entró S. E. a la villa de Andahuailas a las seis y cuarto de la tarde, y hospedó en la casa del subprefecto (p. 84).

20
Salida de Andahuailas
Luego que terminó el alimento se levantó S. E. de la mesa para agasajar a todos los que se le acercaban. Al cabo de dos horas emprendió de nuevo la marcha, precedido de muchos danzantes, niños con banderas en las manos y ramos de flores, y una orquesta de música (p. 92).

[Lucubamba y la hacienda Pincos]
En Lucubamba, media legua antes de la hacienda de Pincos, estaban todos los inquilinos vestidos de danzantes con tambores, arpas y violines, y unas peruanas bien vestidas cantando sus yarues. Todo el camino estaba cubierto de quilles, y de dos arcos adornados de espejos y banderas. Luego que se acercó S. E. allí principiaron a tirar cohetes, e incendiar las camaretas que de trecho en trecho las tenían apostadas. Con esta compañía y bulla entró S. E. a las doce y media del día a la hacienda de Pincos, que estaba ricamente adornada. En ella les sirvió el hacendado una lucida mesa, y a las dos horas después emprendió de nuevo la marcha para Huancarama, acompañado de los mismos danzantes, y atravesando por un largo trecho cubierto de quilles.
(…) En el abra de San Gabriel, que es el pico de un cerro, por donde baja el camino real para Huancarama, y que está una legua antes que él, se postaron para recibir a S.E. el gobernador don Paulino Peralta, la honorable municipalidad, el cura interino don Manuel Navarro, y las personas visibles de la población. Con ellos estaban los danzantes, y muchos indios con banderas en las manos, prevenidos de cajas, pitos, camaretas y cohetes. Desde aquí al pueblo pusieron veinte quilles adornados de ramas, flores, frutas y viscachas, y doce arcos cubiertos de géneros, flores, banderas y espejos (p. 94).

[ABANCAY Y CURAHUASI]
21
Llegada a la villa de Abancay
En este puente también fue el punto de reunión donde aguardaron a S.E. los diputados del Cuzco, doctor don Miguel Araníbar, don Fermín Miota, don Juan Moscoso, y coronel don Mateo Estrada, los subprefectos de Abancay, don Gregorio Quintana, don Manuel Venero, la municipalidad de Abancay, el gobernador del distrito don Julián González, el cura Vicario de Abancay don Marcelino del Castillo, los presbíteros residentes en esta doctrina don Mariano Castro, don Jacinto Bolaños, don José Domínguez, español y don Julián Acuña, y los señores de viso de la villa, cuyo número ascendería a doscientos montados. Entre este numeroso concurso habían más de cien danzarines distribuidos en parcialidades con tambores, clarines, pitos, arpas y guitarras.
(…) No bien se acercó S. E. al puente, cuando la comitiva que estaba formada en dos alas, lo saludó, e incorporándose en la ya numerosa que traía, siguió con él el camino que faltaba hasta Abancay, el cual estaba cubierto de gente, y de indios con banderas en la mano, que formando una falange con los músicos y danzantes embarazaban el paso. A mucha distancia se oían los repiques de campanas de la población y el gran bullicio que había en ella, el que a la entrada se confundía con el estrepitoso ruido de las camaretas, castillos, cohetes y ruedas de soga (p. 100).


23
Hacienda de Ccacho
S. E. no siguió el camino de La Banca, sino el de la hacienda de Ccacho, que es más corto, adonde llegó transido de sed y ahogado del calor a las once y tres cuartos del día. En ésta lo recibieron de fiesta, habiéndole puesto en el tránsito veinte quilles, cubiertos de ramas, flores y banderas de todos colores. En medio de la cuesta estaban dos danzantes, los cantores de yaruaes, con cajas, pitos y arpas, y armados de cohetes, que casi ocasionan desgracias. La casa estaba adornada de colgaduras, y llena de los sirvientes, colonos y forasteros que habían concurrido a la novedad (p. 115).

CUSCO

24
Recibimiento de Limatambo
Desde esta hacienda, que está una legua antes de Limatambo, hasta esta población, hubieron cincuenta arcos vestidos de flores, frutas y banderas. Desde aquí estaban apostadas de trecho en trecho las partidas de danzantes, vestidos de distintas clases y con variedad de invenciones, habiendo entre ellas cantoras de jaruaes bien adornadas con música, y muchas bailarinas.
(…) Luego que los de la Huaironca divisaron a S. E. tiraron cohetes, que sirvieron de señal para que los danzantes y cantoras principiaran a hacer resonar con su algazara y bulla las elevadas peñas de la quebrada. Con esta bulla entró S. E. a Limatambo a las dos y media de la tarde, cubierto de flores, que por todas direcciones le tiraban las señoras y los niños (p. 120).

25
[Zurite]
Cuatro cuadras antes de la entrada del pueblo estaba una partida de peruanas solteras, cuyo número ascendía a cincuenta vestidas a usanza de las antiguas ñustas de los incas, quienes cantaban yaravíes recordando -las glorias de su nación, y aplaudiendo a S. E. por haber sido el restaurador del orden y de la ley (p. 125)              

26          
Entrada de S.E. al Cusco
Las ocho parroquias en que está repartido el Cuzco se habían hecho un deber en competir en las galas, en las invenciones y bailes, que le presentaron a su ilustre huésped. Entre la muchedumbre de estos danzantes sobresalía-la catorcena de peruanos, que, vestidos lujosamente con insignias reales, al uso de sus antiguos soberanos, vivaban continuamente a S. E. cantándole yaravíes, que compendiosamente relataban las glorias de su abatida nación, y los infortunios y desgracias que habían sufrido después por tres centurias (p. 132).

(…) Las calles, vistosamente adornadas, fueron cubiertas de orquestas de música y de los batallones Ayacucho y Libres, que puestos en dos alas le batieron marcha y le hicieron a S. E. los respectivos honores. No se podía transitar por ellas sin ser estropeado del inmenso gentío, que, atraído por el entusiasmo, presentaba en sus semblantes y en el aseo y diversidad de sus vestidos la escena más animada e interesante. Las ocho parroquias en que está repartido el Cuzco se habían hecho un deber en competir en las galas, en las invenciones y bailes, que le presentaron a su ilustre huésped. Entre la muchedumbre de estos danzantes sobresalía la catorcena de peruanos, que, vestidos lujosamente con insignias reales, al uso de sus antiguos soberanos, vivaban continuamente a S. E. cantándole yaravíes, que compendiosamente relataban las glorias de su abatida nación, y los infortunios y desgracias que habían sufrido después por tres centurias (p. 133).

(…) entró con mucha dificultad al templo, donde estaba también apiñada la gente. A fuerza de trabajo y gastando mucho tiempo llegó al altar mayor, donde dieron gracias al Todopoderoso en un solemne Te Deum, que con música pausada cantaron los señores canónigos por su feliz arribo; durante cuya ceremonia permaneció S. E. hincado en un rico cojín de terciopelo carmesí orleado de franja y fleco de oro. Concluido este acto religioso salió S. E. del templo para su alojamiento al que no pudo llegar en mucho tiempo, no obstante estar éste a una cuadra de distancia de la catedral. (p. 134).

(…) Este día terminó en trasportes de alegría y contento. La música se retiró a las once de la noche, y S. E. se recogió a dormir a las doce y media. El día 29 fué dedicado a la misa de gracias, a la que asistieron todas las corporaciones civiles, eclesiásticas y militares, y un inmenso gentío, que no se cansaba de ver y vitorear a S. E. Las calles que permanecieron adornadas fueron cubiertas de danzantes, y la plaza tenía en su centro las tropas con su música, y la artillería, que por tres ocasiones hicieron sus salvas.
Terminada la solemne misa, principió el Te Deum que duró como media hora por lo pausado y cadencioso del canto y la música. Tan luego como se concluyó este acto religioso, pasaron todas las corporaciones al Palacio, y allí arengaron a S. E. (Id.).

1835

Enero
3
El día tres de enero de 1835, el batallón Libres de Arequipa de que es coronel el benemérito señor don José [sic] Pezet, queriendo perpetuar la memoria de este día, que en el año pasado de 34, restituyó al Perú en las fortalezas del Callao la dignidad que había estado a pique el perderla si hubiese triunfado el ex-presidente Gamarra, dio un brillante baile en el Palacio, al que concurrió el bello sexo cuzqueño a manifestar sus gracias.
A las diez de la noche principió el baile porque la fuerte lluvia que principió a las seis de la tarde, duró sin intermisión hasta entonces, privando a las señoras el que concurriesen a la hora de estilo. Más no obstante algunas llegaron temprano transportadas en sillas de mano. Por esto siguió el baile hasta las seis de la mañana, en que se terminó con un abundante y lucido ambigú.
En él, las señoras lucieron a competencia sus adornos y gracias, cantando, tocando la vihuela y bailando con destreza. La primera que rompió el baile con S. E. fue la madama del señor coronel Martín Gabino Concha, señora doña Teresa Argüelles. En seguida salió a bailar el señor diputado por Lampa cerca de S. E., don Manuel Mariano Basogoytia, de quien por ser chico de cuerpo y estar allí a lo riguroso diplomático con calzón formaron crítica los señores concurrentes y se rieron con disimulo (p.139-140).

9
(…) El día 9 fue convidado al examen de las Educandas, cuyo colegio está dirigido por su rectora la señora doña Catalina Zegarra, en el que fueron examinadas las niñas en el dibujo y música (p. 140).
(…) El colegio estaba cubierto de todas las personas de rango y distinción, que faltaron asientos en la gran sala donde se dieron estos exámenes. Terminada esta arenga principiaron las niñas a tocar el piano y la vihuela con tanto gusto y admiración de los concurrentes que muchos se sensibilizaron y derramaron lágrimas. La función duró mucho tiempo y finalizó con un espléndido deser.
(…) Las calles por donde había de pasar S. E. las mandó componer el señor subprefecto. Así es que estaban llenas de colgaduras y banderas. A las diez del día partió S. E. acompañado por todos los personajes del Cuzco, y paseó con ellos el cerro, que estaba cubierto de danzantes y de un inmenso pueblo, y donde el señor subprefecto Ceballos había dispuesto una gran ramada cubierta de damasco, y de asientos, y de una magnífica mesa llena de fruta, dulces y licores exquisitos, de todo lo que gustó S. E. y su comitiva, y a las tres de la tarde se restituyó a su palacio (p. 141).

19
El día 19 fue convidado S. E. a la parroquia de Santa Ana a ver los exquisitos cuadros que tiene su templo y fue recibido con danzas, cohetes y repiques, y obsequiado con un espléndido deser por el venerable cura de ella don Buenaventura Bocangelino, eclesiástico respetable y benefactor del Cuzco (p. 142).





[TAMBOS, ALIMENTACIÓN, IDIOMAS Y FOLKLORE]
Clases de artistas y artesanos
La música está atrasadísima. Algunas mujeres instrumentarias [sic.] suelen subir mescladas con los hombres a los coros a tocar con ellos los instrumentos (283).
Costumbres
Los casamientos se celebran con tres días de función y bailes; los más favoritos son los bailes llamados la bomba, la tormata, el llanto y la zambacueca. También bailan contradanzas, minués, paspiés y valses.
La bomba la bailan imitando a los borrachos y la tormata es un baile alegre con muchas fugas (p.285).

En la Pascua de Navidad forman sus nacimientos en casi todas las casas. (…) Los que tienen proporciones hacen que los sacerdotes canten delante de sus nacimientos la salve, que la entonan con música, brindándoles después buenos refrescos, dulces y chocolates; y los que no las tienen, se contentan con rezarla; y unas y otras se entregan a la diversión. Estos velorios son conocidos con el nombre de Ccochuricui, que quiere decir, tunar, pasando buena noche.
Desde la Pascua de Reyes principian a jugar carnaval con harina de almidón, aguas de olor y confites de anís. Desde el jueves llamado de Compadres principian a hacerse mutuamente sus convites y bailes y desde entonces andan los hombres vestidos de blanco, y armados de talegas, donde llevan harina, confites, y cascarones de aguas de olor. Desde el jueves de Comadres montan a caballo, y andan jugando por todas las calles. En los tres días de carnaval el sitio destinado para el juego es la Calle Nueva, camino para Piccho, cuyos balcones, ventanas y puertas están ocupados de las señoras. Muchos van a esa colina a jugar, cantar y bailar la cachua.
El día del Corpus adornan las calles con muchas colgaduras y cuadros. Bajo los hermosos altares que hacen los gremios de los artesanos, velándolos con música por la noche están los indios tomando chicha, cuyo efecto se deja ver en las anchurosas acequias que corren por debajo de ellos. Al costado de estos altares hacen las vendedoras sus toldos, donde bailan y comen el afamado Corpus-ucho, que es un compuesto de papas con ají, mucha especería, chorizo y conejo, el que con un pan y una servilleta de maíz tostado vale medio (p. 285-286.).

El Cacharpari se reduce a ir al camino a dejar en él al que va de viaje, llevando para esto licores, guitarra y cantoras que dicen versos en idioma indio, a cuyas terminaciones cantan los concurrentes un estribillo de guaguayai, después comen, beben y se despiden. Los versos que regularmente cantan en estas despedidas son los siguientes:

Huac urpi ccarcan
sumac urpi,
chami  cunan saqueriguan
umiscaita miyaguspa

Maitafiacha puricusccan
mayu-hina caparispa
si huañusacpas canraicco
hay huaifalitay huifala

Chaupi-tuta hualpa huaccai
puncui-qui muyuscani,
si huañusapas canraicco
ay huifalitay, huifala.

Llusca-pata chaupinpichus
mamallaica huachahuaic
lupan-huaira chayarictin
maqui-quitnan urmansipac,
si huailusacpas canraico
ay huifalitay huifala.

Cuya traducción es la siguiente:

Hubo una paloma,
hermosa paloma
esa es la que ahora me ha dejado
asqueando el bocado que le daba

Donde estará ya andando,
sonando como el río,
si he de morir por vos
güifalitay huifala.

A la media noche,
cuando cante el gallo
yo a tu puerta
daré vuelta llorando,
si he de morir por vos
ay güifalitay huifala.

Si en medio de una ladera resbalosa
me pariría mi madre,
porque al menor viento que hay
caigo a tus manos:
si he de morir por vos
ay güifalitay huifala. ( Ab último).
(p. 288).

Bailes de los indios
Los bailes más comunes de los indios en sus festividades y principalmente en el día del Corpus Christi son el de los danzantes, chunchos, ñustas, sacsampillo, chiguaco, mamalas, huaillas, el chucho, el tinti castaño, el taipi-taipi, el francés baile, negrillos, Muñoz marcha, los monos, los venados y las huailillas.

Los danzantes son indios vestidos como imágenes, que llevan plata labrada en la cabeza como una torre, que tienen cascabeles a los pies: bailan con paso mesurado y al son de la caja y pífano.
Los chunchos, a quienes llaman chunchutusoc se visten a la usanza de los indios montañeses, con plumas en la cabeza, medio desnudos y pintados de colorado. Bailan con clarines y cajas.
Las ñustas son indias jóvenes vestidas con lujo a la usanza de sus antiguas princesas. Estas bailan con harpa cantando la gloria de su nación.
Los sacsampillos se visten de trapos andrajosos a los que tienen cosidos carrizos. Estos llevan chicotes en las manos, llamados zurriagos, y bailan con caja y quena.
Los chiguacos se visten de pájaros con picos grandes imitando a las chaiñas. Este baile es muy bullicioso y para esto usan caja y clarín.
Las mamalas es baile de indias vestidas con aseo y tapadas con paños blancos la cara; lo bailan con música.
Las huailias es también baile de mujeres  vestidas con muchas mantillas y llenas de cintas, lo bailan cantando con guitarras y violín.
El chuccho es un baile disparatado, en que arremedando a un terciamiento que lleva por bastón un árbol, lo tiran al suelo y los fingidos médicos que van con él le echan lavativas, haciendo para esto, ellos y el paciente, mil contorciones; bailan sólo con cajas
El tinti – castaño, es un baile en que los indios se visten de mojigangas montados en caballos de caña  que tienen a un extremo [cabezas de] un caballos de pastas o badana; lo bailan al son de un tambor chico. El tocador de éste instrumento es el único que va de casaca morada.
El taipi – taipi es el baile en que vestidos los indios de libra y turbantes con grandes plumeros en ellos, lo bailan con caja y pífano.
El francés baile, se visten los indios a la europea y lo bailan con música.
Los negrillos es un baile en que se visten los indios de blanco con máscaras negras y gorra, llevando chicotillos en las manos y tocando ellos mismos el arpa y el violín, que lo acompañan con un torno que parece matraca, acompasando con éste el sonido de su música.
El Muños marcha consiste en vestirse los indios de blanco con máscaras, turbantes y espadas en mano; lo bailan con compás y a manera de contradanza, pasando las parejas de un lado a otro; para esto llevan buena música
Los monos son indios vestidos a manera de éstos animales; bailan con caja y pífano haciendo mil simplezas.
Los venados son indios vestidos a manera de éstos animales, que bailan como los monos.
Los huaillas son indios que, sobre sus vestidos corrientes, sólo echan paja encima; bailan como monos.