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Licenciado en Educación - Historia por la UNMSM y diplomado en Estudios Musicológicos Peruanos por el Conservatorio Nacional de Música. Estudios de Musicología en el Conservatorio y en la Universidad de Ginebra. Publicaciones: - El Misterio del Cóndor - Método de Guitarra Andina Peruana - Diversos artículos en revistas y periódicos. Conferencia Magistral sobre El Cóndor Pasa… en el VI Congreso Internacional de Peruanistas en el Extranjero. Georgetown University (ATP) Y diversas conferencias en el país. Actualmente está enfocado en investigar la historia de la música popular en la ciudad de Lima.
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sábado, 2 de junio de 2018

LA LLEGADA DEL VALS AL PERÚ



LA LLEGADA DEL VALS AL PERÚ[1]

Luis Salazar Mejía

 En el presente trabajo, utilizando escritos de viajeros que estuvieron en el Perú la primera mitad del siglo XIX, escritos que no han sido tomados como fuente en ninguna investigación a pesar de que algunos historiadores como Basadre y Núñez llamaron la atención sobre la importancia de sus relatos, se va a documentar la llegada y difusión del vals en el Perú en la primera mitad del siglo XIX, llegada que se produjo no sólo a Lima o Arequipa, como se creía, sino que ya en esa época el vals era bailado en casi todo el Perú. Esperamos que esto ayude a entender mejor las dinámicas de construcción de identidades y los cambios en la utilización del vals como elemento distintivo y diferenciador de los grupos sociales a las que este género ha estado sujeto desde ese entonces.

En la historiografía de la música peruana existen numerosos vacíos de investigación. Uno de esos vacíos está relacionado a un género musical que siendo creado en el extranjero se peruanizó conservando su nombre: El vals. Esta transformación fue producto de un largo proceso que no ha sido debidamente documentado. En los primeros estudios sobre el vals, en la década de 1970, se acuñó  la idea, de que el vals llegó a Lima a mediados del siglo XIX (Santa Cruz 1977, y otros).  Recientemente se han publicado dos textos relacionados con el vals (Llorens y Garrido 2009; Borras 2009), pero ninguno aborda el período de gestación del vals, sino más bien estudian el vals a partir de fines de siglo XIX y de principios del siglo XX. Para tratar de cubrir ese vacío se ha recurrido a  los escritos de diversos viajeros que estuvieron en el Perú en el período señalado, los que han sido ordenados de manera cronológica. El lector interesado en profundizar el tema puede remitirse directamente a ellos.

El vals, cuyos orígenes se remontan a danzas campesinas alemanas y/o francesas del siglo XVIII como el ländler y la volta, se adueñó de los salones europeos en el siglo XIX y a partir de entonces comenzó a  expandirse al mundo entero. Según Hugo Riemann: “la fuerza de penetración del vals tiene una relación directa con las repercusiones sociales de la revolución francesa y de la reestructuración sociohistórica del siglo XIX” (En  Hess, 2004, p. 63).

También fue a  comienzos del siglo XIX que el  vals tomó características nacionales. Se distinguía el vals francés, el vals alemán y  también el vals español, aunque la jota fue muchas veces confundido con el vals. Ese, o esos, fueron los valses que llegaron al “Nuevo Mundo”.

El vals llegó a América a principios del siglo XIX. Carlos Vega, musicólogo argentino, en su obra El origen de las danzas folclóricas, cita testimonios  sobre el vals que se  bailaba en Buenos Aires entre 1804 y 1806 (Vega, citado en Hess, op.cit, p. 128). Por otro lado, tenemos el relato de viajes del inglés  William Stevenson, quién estuvo en Chile, Perú y Ecuador entre 1804 y 1824.  En 1808, en Guayaquil, escribió lo siguiente:

“En especial el baile es una diversión que gusta a las personas de toda posición social, y en la noche no faltan arpas, guitarras o violines que hagan oír sus ritmos en casi todas las calles de la ciudad;  a diferencia de lo que se podría esperar en una ciudad de los trópicos, la gente aquí prefiere los valses y los bailes escoceses a cualquier otro tipo de baile. (Stevenson, 1994, p.366).
     
Stevenson estuvo en Lima y recorrió la costa peruana desde Lima hasta el Ecuador, Cajatambo, el Callejón de Huaylas, Conchucos, Huamalíes y Cajamarca, pero no menciona el vals, sino otras danzas. ¿Es que no se bailaba el vals en el Perú de entonces, o no tuvo oportunidad de observarlo? No podemos dar una respuesta a esa pregunta aunque nos inclinamos a creer que, si el vals ya se bailaba en Argentina y Ecuador, era muy probable que también se bailara en el Perú, sólo que Stevenson, no lo vió bailar (Los viajeros como él no investigaron sobre la música y/o danzas sólo describían lo que veían en sus viajes).

Oscar Flores Calderón, autor del libro Historia y belleza del criollismo afirma que en 1814 se creó el vals “Cadenas de amor” con versos fraccionados de Melgar y música de Emiliano Condeso (Flores, 1991, p. 27). Lamentablemente Flores no cita la fuente de donde ha obtenido ese dato; más adelante, en la pequeña biografía de Melgar que se encuentra en su libro, dice que Emiliano Condeso “sacó a luz el vals “Cadenas de amor” en 1820 y que existe una edición del año 1879 en la biblioteca Lilly de la universidad de Indiana (ibíd., p. 116).

En 1946, En “Fénix”,  Revista de la Biblioteca Nacional del Perú, se informó del donativo de una copia fotostática del manuscrito inédito del presbítero, nacido en Tenerife, Antonio de Pereyra y Ruiz quién fue Sacristán Mayor de la catedral de Arequipa y que en 1815 escribió estas líneas sobre los arequipeños y el vals:

“La disposición para la música y el baile  es buena pero no progresan en esto por falta de maestros. Sin embargo, el Minué, el Wals, el Bolero, el Zapateo, el Rin, la Contradanza y otros báyles de Europa, los báylan bien, pero nunca dan a su cuerpo la elegancia que en los báyles propios del país.” (Fénix 1946, p. 821)
           Manuel Acosta Ojeda, en un artículo sobre el vals (Ojeda, 1997), citó este documento, aunque, como parecía un documento aislado, no se le otorgó  importancia alguna; pero, como veremos más adelante, el vals, se bailaba no sólo en Arequipa, sino también, en Cuzco, Puno y también en Lima.

           La declaración de la independencia en Lima, el 28 de julio de 1821, causó júbilo en gran parte de la población limeña, lo que fue celebrado con bailes organizados por el cabildo y por el mismo San Martín; testigo presencial de ello, el viajero inglés Basilio Hall escribió lo siguiente:

Por la noche San Martín dio un baile en palacio, de cuya alegría participó el mismo cordialmente. (…) En palacio, la noche del domingo estaban las “tapadas” algo más adelante que de costumbre, pero en el baile del Cabildo, dado con anterioridad, la parte inferior del salón estaba llena de ellas. (Hall, 1950, p. 27)
                Se sabe que para estos festejos fue contratada una orquesta dirigida por Fray Cipriano Aguilar a quién se pagó la suma de 127 pesos;  también se pagaron 25 pesos al argentino Matías Sarmiento, músico mayor del regimiento Nº 8, del Ejercito Libertador “para ser distribuidos entre los músicos que tocaron el 28 de julio” (Gamio, 1971, pp. 318,323). ¿Cuál fue la música en esa ocasión? ¿El vals estaría presente en esos bailes? Aunque no se puede dar  una respuesta definitiva a esa pregunta, desde nuestro punto de vista creemos que sí.

El relato del viajero inglés Robert Proctor, quien llegó a Lima en mayo de 1823, puede ayudarnos a tener idea de cómo eran los bailes en esos años. Proctor, el 25 de ese mes asistió a uno dado por los argentinos residentes en Lima con motivo del aniversario de la independencia de su patria. A este baile asistieron los militares de todas las naciones que en ese momento estaban en esta ciudad. El relato es el siguiente:

“Las danzas españolas eran muy elegantes y los nativos generalmente tienen mucha gracia. Las parejas se colocan al estilo inglés antiguo pero el compás es de vals lento y las figuras son mucho más variadas  y complicadas. La música en esta ocasión a cargo de la banda del regimiento del Río de la Plata, era como pocas veces he oído mejor y aunque consideramos difícil para ejecutantes en instrumentos de cobre tocar tanto tiempo, sin embargo, estos músicos no solamente lo hicieron con facilidad, sino que también tocaban marchas en los intervalos. (…) Después de la cena se reanudó el baile, que continuó hasta el día.” (Proctor, 1998, p. 97)
Dos años más tarde, en Arequipa, en los bailes que fueron parte de la celebración de la independencia y del triunfo patriota en Ayacucho, el vals estuvo presente. Henrich Witt, viajero alemán que permaneció en el Perú desde 1824 hasta 1890, estuvo en esa ciudad durante las celebraciones y escribió lo que sigue:

“En el curso de este año se dieron muchos bailes en Arequipa, con el fin de celebrar la reciente independencia, así como para honrar a Bolívar y al ejército colombiano; yo asistí a todos ellos, incluso al que se ofreció al Libertador, en el techo de una hilera de casas que forman uno de los lados de la Plaza Mayor, al no haberse encontrado otro lugar lo suficientemente grande para albergar a todos los invitados. Me convertí en un perfecto adepto al lento vals español y, poco a poco, superé las dificultades de los bailes nacionales españoles.” (Witt, 1992, p. 77)

                El sábado 9 de diciembre de 1826, segundo aniversario de la batalla de Ayacucho,  Witt se encontraba visitando la ciudad de Puno y vio que “las damas y caballeros de Puno, estaban bailando en la plaza, (…). El retrato de Bolívar se encontraba bajo un pabellón y todo el tiempo los indios infatigables, caminaban y bailaban por las calles.” (Op. Cit.:115). Continúa su relato el domingo 10, con las siguientes palabras:

“Después de almorzar en la casa de Don Crowley asistí a un baile dado en la Prefectura. Aquí por supuesto estaba reunida la aristocracia de Puno, pero como ya mencioné más de una vez, entre las damas no se veía ni una sola cara bonita (…). En el salón destinado para el baile, el retrato de Bolívar colgaba de un pabellón y la habitación adyacente era para los caballeros (…). Los bailes fueron como de costumbre danzas españolas y valses; esta vez me aventuré a buscar una compañera para bailar vals y pienso que nadie debió tener queja sobre mi desempeño”. (ibíd., p. 116)

                En 1827 visitó Cerro de Pasco y Huánuco y por sus relatos sabemos que en esas ciudades  ya se bailaba el vals. El 15 de noviembre se encontraba en Cerro de Pasco y después de visitar los socavones de las minas de Yauricocha escribió:

“(…) Cuando regresamos, vimos que en casa de Francisco Vidal continuaban bailando y ya era como la media noche cuando entramos. Francisco de Paula Otero, primer Prefecto de Arequipa y en ese entonces del departamento de Junín, había llegado hacía algunos días y daba este día una cena, después de la cual Vidal había invitado a los asistentes a su casa. Me pareció que las mujeres que estaban presentes no eran de lo mejor, en mi opinión; tal vez dos o tres eran verdaderas damas, otras se me dijo que eran mantenidas como queridas y las demás pertenecían a un nivel todavía más bajo en la escala de la sociedad. Bailé un vals y un baile del país”. (ibíd., p.187)

Tres días después asistió a una cena donde bailó bailes típicos y un vals:

“A las 5 pm fuimos a casa de Francisco Vidal donde se había reunido un grupo de más o menos 20 damas y caballeros para cenar. (…), Miguel Rivas se sentó al piano, otro invitado tocó la flauta y estábamos de tan buen ánimo que nos paramos a bailar un baile típico; doña Teresa, la pareja de Vidal, era la única dama. Con ella bailé un vals y ambos llevamos bien el paso; no nos retiramos sino hasta que estuvimos completamente exhaustos, lo que aquí, donde el aire está tan enrarecido, ocurre mucho antes que en la costa”. (ibíd., p. 188)

Witt, viajero incansable, continuó su periplo y el 24 de noviembre llegó a la ciudad de Huánuco. El jueves 29  antes de continuar viaje escribió:

 “(…). Las Medrano nos había (sic)  hecho una cachasparri o fiesta de despedida. (…); los músicos consistían en dos violinistas y un guitarrista; teníamos ponche helado y mistela de canela, un licor dulce con sabor a canela, ambos traídos por Adalid. Moore y yo nos desvivimos en atenciones cada uno con su escogida; bailamos valses, danzas españolas e incluso danzas del país y era ya la medianoche cuando nos fuimos. No necesito agregar que nos entretuvimos divinamente”. (ibíd., p. 199)

Witt continúa su relato el Viernes 30, en la hacienda Quicacan, allí describió unos músicos que ya en ese entonces tocaban el clarinete y ejecutaban valses:

“ (…). Tan pronto como se recogió la mesa entraron dos hombres que empezaron a tocar el clarinete y a tocar valses, tan mal, que era difícil estar seguro de lo que eran. Dansay dio evidentes signos de su deseo de partir, lo que yo no tenía ganas de notar; por el contrario bailé valses con Agueda, luego con Andrea” (ibíd., p. 200)

Witt estuvo en el Cuzco los primeros días de febrero de 1828. Ahí, poseedor de buenas cartas de recomendación,  alternó con las principales familias de la ciudad. El martes 12 de ese mes, asistió a una fiesta en la casa de doña Eulalia Camara y escribió lo siguiente:

“Muchos de los caballeros presentes tocaban diversos instrumentos. Horas más tarde llegaron músicos y comenzamos a bailar bailes como la contradanza y el lento vals español; en ambos Moore y yo estuvimos perfectos, por lo que no tuvimos temor a alternar con los nativos; a la 1 am pasamos a otra habitación donde nos sirvieron sorbetes y otros refrescos. En resumen, desde nuestra partida de Lima no habíamos asistido a una fiesta tan bien dada y por esto regresamos a casa muy complacidos”. (ibíd., p. 257).

       Una semana después, continúa relatándonos sus reuniones con la alta sociedad cusqueña:

“Con nuestros conocidos los Piérola fuimos donde los mismos Barrela que el domingo anterior habían dado una fiesta. Poco a poco se reunió un gran grupo, y entre ellos ciertamente una gran proporción de jóvenes y hermosas damas. Me sentí muy a gusto y bailé todos los valses y danzas del país, de los que, para mi gusto hubo muchos”. (ibíd., p. 262)

Unos años más tarde, Eugène de Satigues, viajero francés, que estuvo en Arequipa en la misma época que Flora Tristán, escribió estas líneas, en 1834:

“Me acordaré siempre de un baile dado en gran parte en honor mío. (…) comenzó el vals y quise valsar a la alemana, como se baila en todas partes en Europa. Mi compañera, después de tres o cuatro saltos fuera de compás, declaró sin aliento que jamás había oído hablar de un movimiento de vals tan violento y que le era completamente imposible seguirme. A propósito de esto me hicieron muchas preguntas sobre el vals en Europa y me rogaron valsar como en París. Una señora más valerosa que las demás se decidió a servirme de pareja y empezamos. No habíamos recorrido la mitad del salón cuando mi compañera se detuvo de improviso y se sentó en un sillón riendo a carcajadas. Los espectadores hicieron coro y yo con ellos de buena gana. Su vals es muy lento, con muchos contoneos y está enriquecido con toda clase de movimientos de los brazos y de los hombros”. (Sartigues, 1947, pp. 13-14).

                El documento del que se tenía conocimiento y se creía el más antiguo sobre el vals en Lima, es un artículo aparecido en “El Comercio” del 2 de octubre de 1839. En él se describe una fiesta dada por el general La Fuente el 24 de setiembre, día de la fiesta de la Virgen de las Mercedes, en la que se bailó la “valsa alemana”:

“(…) A las 9 estaban poblados todos los salones de las personas de ambos sexos vestidos con elegancia, y ya alternaban las vistosas contradanzas nacionales, con la alegre y rápida valsa alemana.” (Citado en del Águila, 2003, p. 116)

Finalmente  tenemos los escritos de Paul Marcoy (alias Lorenzo Saint Cricq), otro viajero francés que recorrió el sur Perú dejando amenos relatos. Uno de ellos da cuenta de una fiesta realizada en una hacienda en Lauramarca (Quispicanchi, Cuzco), en 1843, con motivo de celebrar a Nuestra señora de las Nieves, patrona de Luaramarca donde bailó  valses:

      “(…) nuestras vecinas lanzaban miradas furtivas a una guitarra colgada de la pared, algunos de nuestros compañeros, adivinando su pensamiento, les ofrecieron galantemente el apoyo de sus brazos para dar una vuelta de vals, ofrecimiento que pareció colmar todos sus deseos.
Durante más de una hora, valsadores y valsadoras giraron a cuál mejor, no interrumpiendo su movimiento circular más que para secarse la frente y vaciar la copa. Pasado este tiempo, habiendo sido declarado por unanimidad el vals demasiado rígido y afectado para satisfacer la necesidad de movimiento de que todos parecían desposeídos, se lo sustituyó por la danza del país como más movida. Desde el Maicito hasta la Moza mala, desde el Zambacueca hasta el Pajarito, todo el repertorio local fue pasado en revista para mayor alegría de nuestras chacareras, que declaraban divertirse como locas.” (Marcoy 1941, tomado de El Perú visto por viajeros Tomo II, 1973, p.63. PEISA, Lima).
               
      En el libro Nuestra pequeña historia de José Gálvez se reproduce  el tenor de un aviso publicado en la edición No. 1832 del diario "El Comercio" del 16 de julio de 1845. Ahí se señala que en la tienda del "Tigre" de la Calle de Mercaderes se vendían además de métodos para aprender toda clase de instrumentos, las últimas obras para piano de Herz (pianista que compuso el vals "A Lima" años después), Hunten, Dohler, Czerny, Tholberg, Strauss, y las óperas Norma, Semíramis, Lucía, Romeo y Julieta, Elixir de Amor, Puritani, Barbero, etc.  (Gálvez  1966:58. Citado tambien por Darío Mejía en "El vals que  vino de Viena").
 
    Como se desprende de lo expuesto, el vals ya era bailado en el Perú  en la primera mitad del siglo XIX en reuniones sociales de la aristocracia. En los escritos de los viajeros, el vals, o los diferentes valses, se distinguen de las danzas nacionales y es todavía mucho después que se comienza a hablar del “vals peruano” (con esa denominación se publicaron una serie de valses en la década de 1870). A parte de estas referencias, no se ha podido ubicar ninguna  partitura que hubiera podido darnos idea de cómo era la música de  esos valses.  No nos atrevemos a afirmar que los valses se transmitían sólo de manera oral a pesar de que como  hemos señalado sólo se conocen partituras para piano de la década de 1870; en cambio, sobre la manera de bailarlos, ya en esa época llamó  la atención de los viajeros el hecho que  algunos lo bailaran diferente: “enriquecido con toda clase de movimientos de los brazos y de los hombros”.

En el Perú el vals parece haber seguido un camino inverso a su difusión en Europa, donde de danza campesina se transforma en el baile de los grandes salones. En nuestro país, de bailarse en las reuniones de los aristócratas y terratenientes provincianos y en los bailes de los altos mandos militares y diplomáticos extranjeros en Lima, el vals, sin abandonar las altas esferas, pasó a bailarse entre los sectores populares y se transformó en “vals peruano” y en Lima, en “vals criollo”. Pero esa transformación es ya materia de otro artículo.

Lima, marzo de 2010

luissame@hotmail.com



BIBLOGRAFÍA

ACOSTA OJEDA, Manuel (1996)  “Del Waltz al valse” En Caretas Nº 1438, 31.10.1996 pp. 57,58, 81, Lima.

BORRAS, Gérard (2009) Chansonniers de Lima. Le vals et la chanson criolla (1900-1936).   Presses Universitaires de Rennes, Rennes.

DEL ÁGUILA PERALTA,  Alicia  (2003) Los velos y las pieles: cuerpo, género y reordenamiento social en el Perú.  IEP, Lima.

FLORES CALDERÓN, Oscar (1991) Historia y belleza del criollismo. Ediciones Flocal, Lima.
GAMIO PALACIO, Fernando (1971) La municipalidad de Lima y la Emancipación 1821. Concejo Provincial de Lima.
HALL, Basil (1950) Con el general san Martín en el Perú.  Yapeyu, Buenos Aires.
HESS, Remi (2004) El vals: un romanticismo revolucionario. Paidos, Buenos Aires.

LOSTAUNAU, Alejandro (1946) “El desconocido manuscrito de Pereyra y Ruiz sobre Arequipa” En “Fénix” Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. Nº 4, pp. 813-838, Lima.

LLORES, José y CHOCANO, Rodrigo (2009) Celajes, floresta y secretos: una historia del vals popular limeño. INC, Lima.

MARCOY, Paul (1941) Viaje por los valles de la quina. Austral,  Buenos Aires.

PROCTOR, Robert (1998) Narraciones del viaje por la cordillera de los Andes. El elefante blanco, Buenos Aires.

SANTA CRUZ César (1977) El Waltz y el Valse criollo. INC, Lima.

SARTIGUES, Eugene de (1947) Dos viajeros franceses en el Perú republicano. Editorial Antártica, Lima.

STEVENSON, William Bennet (1994) [1825] Narración histórica y descriptiva de 20 año de residencia en Sudamérica. Ediciones ABYA – YALA, Ecuador.

WITT, Heinrich (1992) DIARIO 1824 – 1890 Un testimonio personal sobre el Perú del Siglo  XIX Volumen I (1824 - 1842). Banco Mercantil, Lima.






[1] Este artículo fue publicado en marzo de 2010 en la página web "Boletín de New York", la que actualmente no está disponible, por lo que lo vuelvo a publicar como fue escrito.

martes, 3 de abril de 2018

JESÚS VÁSQUEZ: UNA ENTREVISTA POCO CONOCIDA

En 1942, el periódico "Cascabel" publicó una entrevista a Jesús Vásquez. Los numerosos e interesantes datos que proporciona sobre su vida familiar y artística merecen ser conocidos por todos.
A continuación reproducimos íntegramente la entrevista




JESÚS VÁSQUEZ QUE, DESCONOCIDA Y SIN ANTECEDENTES RADIALES, TRIUNFO HACE CINCO AÑOS SOBRE VALORES CONSAGRADOS DEL TEATRO Y DE LA RADIO, SIGUE SIENDO LA MÁXIMA INTERPRETRE  DE NUESTRA CANCION POPULAR

Hace algunos años, durante una función de variedades de nutrido programa, organizada por el Centro Musical Felipe Pinglo, debutó una chiquilla, como intérprete de nuestro cancionero criollo. No obstante la natural timidez que le imponía la doble circunstancia de presentarse en tablas por primera vez y al lado de figuras consagradas de la radio y el teatro:- Jesús Vásquez la chiquilla de la historia -, se llevó los mejores aplausos del numeroso auditorio. Cantó las notas del folclore costeño, como nadie lo había hecho: con sentimiento y cariño; con una responsabilidad que revelaba la pureza de su predisposición para expresar en un todo lo que encierra nuestro acervo musical.
Jesús Vásquez llevó, para esa función, antecedentes casi desconocidos: pertenecía al elenco de Radio Goycochea, una emisora de discutible valía artística y de pobre sintonía y, por lo tanto, vehículo tortuoso para esperar que por su intermedio llegara la fama. Pero solo se necesitaba una oportunidad y esta se le presentó a Jesús en la actuación del Teatro Segura. Nosotros estuvimos esa noche y fuimos testigos de su gran triunfo: Al terminar la función, la gentes se hacía lenguas de esa mocosa que se había impuesto, nada más que con la dulzura de su voz y su alma sinceramente criolla. El nombre de Jesús Vásquez llegó a todos los barrios: recordemos que el abigarrado público que rebalsó las localidades del Segura, estaba formado por gentes de todos los sectores de la capital: gentes que ya regresaban a nuestro folclore, tanto tiempo subestimado.
Poco después de su éxito en el Teatro Segura, Jesús Vásquez se vio asediada por las exigencias de otras broadcastings, deseosas de hacerse de una intérprete que de sopetón se había metido al público dentro del bolsillo. Pero ella luchó a favor de una lealtad qué realmente no cabía: porque si bien en Radio Goycocheanacieron sus primeros esfuerzos, jamás dicha emisora sirvió para hacerle popularidad. Para vencer su resistencia, hubieron que intervenir los concejos de ciertos dirigentes de la radio de Ocoña.
—Es preferible que aceptes porque aquí no llegarás a las grandes alturas… y con el consuelo de tales palabras, Jesús se marchó a radio Lima, a ocupar el sitio que le correspondía, llevándose el grato recuerdo de un dirigente honrado y de compañeros que desde sus guitarras anónimas habían puesto su contingente de voluntad, reconocimiento y cariño, para que la cantante, fuera de esos pocos que sintonizaban Radio Goycochea con las hechuras de una estrella.
Jesús Vásquez tiene una hermosa historia de triunfos. Los radios y teatros por donde paseó su arte, la contaron como el número fuerte de sus programas. Como pocas se prodigó y, como ninguna, supo conservar fresca y latente su popularidad bien ganada. Esas condiciones maravillosas que, día a día, le permiten aumentar el número de simpatizantes, la convierten en el caso único de nuestra radiotelefonía: no cansa y siempre deja en suspenso a los oyentes: todos quisieran escucharla en una interminable secuela de valses y de polcas. Así, se convierte en un regalo al oído; máxime si todas las artistas que explotan el mismo género, por mucho que evolucionen y se superen, no consiguen acercarse a Jesús Vásquez. Como un índice de lo que Jesús vale, diremos que muchas de las intérpretes del cancionero costeño, trataron de imitarla no solamente en su estilo, sino también en sus maneras. Desde luego segundas partes nunca fueron buenas…
Algunas cantantes llegaron donde ella, para pedirle ayuda. Jesús jamás se negó y puso de por medio el íntegro de su voluntad, para que sus compañeras de arte pudieran conseguir el objetivo que buscaban. No es que la gran intérprete criolla estuviera segura de su valer y por lo tanto no temiera que cualquiera de esas ocasionales alumnas pudiera disputarle supremacías; más bien su sincera espontaneidad era consecuencia y reflejo de su carácter bondadosamente abierto a todas las generosidades. Sin embargo, no faltaron las ingratitudes y la envidia. Seguramente el complejo de inferioridad de quienes, esperanzadas en robarle algo a Jesús, salían al fin defraudadas, determinó gestos y actitudes que, felizmente, no consiguieron malearle el espíritu a la alondra criolla. Jesús permaneció dueña de esa modestia y de ese corazón, tan noblemente expuestos a la vista de todo el mundo y tan de todos cuantos tocaron sus puertas.
                En pos de nuestra nota semanal, fuimos a buscar a Jesús Vásquez. Vive en la calle Pachacamilla, con sus padres y sus tres hermanos. Todos, según nos cuenta Jesús, nacieron en la casa que actualmente ocupan:
—Nada, ni el terremoto, nos hizo cambiar de idea: queremos estas paredes, este barrio, donde trascurrió nuestra niñez... Sin embargo, puede ser que algún día...
En esos puntos suspensivos se adivina un anhelo:
— ¿Puede ser que día?...
—…si se realizara mi sueño dorado: una casita propia con jardín, muchas flores, espacio para mis perritos y mi gatito de Angora…
Aquí tienen, pues, el ideal de esta chiquilla que, con una valentía que envidiarían muchos hombres empeñosos, sostiene a su familia con lo que produce su trabajo en la radio.
— ¿Cree usted que la radio le ha asegurado una situación?
—No. ¡Tan no creo, que estoy estudiando Corte y Confección. Además, tengo conocimientos de comercio: antes de dedicarme al canto estuve en una academia: aprendí algo, un poco de inglés; leo este idioma en forma bastante regular, pero hablado lo entiendo con dificultad. Quiero que aclaren que no es cierto lo que una revista dijo de mí: que sabía hablar italiano y francés. De estos Idiomas no sé nada...
Jesús Vásquez nos enseña unas obras de costura y unas labores de tejido; para probarnos que sabe lo que tiene entre manos, nos hace una demostración. Sus manos son agilísimas con la máquina y con el croché.
— ¿Qué otras ocupaciones tiene usted? - le interrogamos
—En mi casa solo me dedico a coser y tejer. La cocina no me atrae. Por otro lado, de esto se encargan mis hermanas. Así quisiera cocinar, no podría. Son recargadas las tareas de la radio, pues me preocupo bastante de ensayar y aprender nuevas canciones. Aparte de ello ¿quieren que les diga? Me parece que lucho por el futuro cuando practico la costura y el tejido... 
Jesús ríe, una vez que aclara que la cocina no es porvenir, ni para una persona que sueña con el hogar.
— ¿De manera que piensa seguir luchando por los suyos? Hasta donde pueda y en tanto que mi hermano, que está estudiando en la Universidad, consigue un título.
— ¿Así que no hace en casa más de lo que nos ha confiado?
— ¿Les parece poco? dice con algo de asombro. Luego se acuerda de algo y añade: escribo cartas, estudio letras de valses y polcas y ensayo la música. Verdad que todo esto tiene que hacer únicamente con mis actividades de la radio, pero ya les manifestado que el canto es mi principal ocupación.
— ¿Qué distracciones tiene usted?
—Me encanta el fútbol y las carreras...
— ¿Apuesta usted en las carreras?
—Llevo poco dinero, para, en caso de perder, no quedarme dolida. No obstante, tengo suerte: casi siempre gano. En cuanto al fútbol, son muchos los partidos que he visto: admiro a Lolo Fernández y a su cuadro. Tengo la idea de que Lolo pondrá buenos goles en elSudamericano. Ya escucharé sus hazañas en mi receptor...
— ¿Le gusta el cine?
—Bastante. Entre los actores de habla castellana, me agrada Libertad Lamarque y Hugo del Carril. De los ingleses, prefiero a Basil Rathbone y Vivien Leigh… También me entretiene Cantinflas, el cómico mexicano.
— ¿No le gusta nada más?
— ¡Cómo no…! Por ejemplo, la natación. Desgraciadamente no sé nadar. Tengo miedo, porque son tantos los que ahogan sabiendo nadar…!



Hubiéramos querido que la conversación continuara en el mismo ambiente, pero Jesús tiene un compromiso para repasaren la radio, antes de actuar ante el micro; Nos invita a que la acompañemos y mientras el auto acorta la apreciable distancia que hay entre la casa de Jesús Vásquez y la estación, seguimos la charla. El tema bordea asuntos de la radio.
— ¿Se acuerda usted del día en que por primera vez actuó en una emisora?
—Naturalmente: creo que nadie que pertenezca a un elenco radial, puede olvidarse del día de su debut. Es una emoción gratísima tener presente esos momentos... Fue el 3 de febrero de 1937. Quiere decir, pues que dentro de algunas semanas cumpliré cinco años de labor frente a los micros…
                — ¿Quiénes sus acompañantes en Radio Goycochea?
—Cuatro muchachos cuyos nombres se integran a mis mejores recuerdos: Juan Ramírez, Manuel Araujo, Julio Collazos y Oscar Pérez. Todos tuvieron fe en mí y supieron alentarme: los considero copartícipes de triunfo...
— ¿Qué tal estuvo usted en Radio Lima?
—Muy bien. Sus dirigentes me trataron siempre con cariño. Me pagaron el sueldo más alto entre los artistas de mi género. Si dejé Radio Lima, fue porque en Radio Nacional me ofrecieron un sueldo alto. Creo – y lo digo sin pretensión y sin intenciones de herir susceptibilidades –que soy la que más gana en Radio Nacional
— ¿Le han hablado de Radio Mundial?
—Sí. Me hicieron una importante oferta, pero, por un lado tengo suscrito un contrato con Radio Nacional, que vence dentro de un año, y por otro, me siento contenta en la emisora de Petit Thouars.
— ¿Le hicieron alguna vez ofertas del extranjero?
—En meses pasados recibí propuestas de una importante emisora argentina. Me ofrecían un sueldo de mil pesos mensuales y un contrato por tres meses, pasajes de ida y vuelta, Pero no acepté... Jesús Vásquez quiere dejar en suspenso los motivos, pero más puede nuestra indiscreción:
—Razones sentimentales… No dejaría Lima, ni así me pusieran a los pies una fortuna…
No es necesario decir Jesús es una chica que, como cualquier otra, tiene su corazoncito…

Hemos llegado a Radio Nacional y, por el momento, nos vemos obligados a dejar ya la estrella criolla, en completa libertad para que cumpla con sus obligaciones. Para no perder el tiempo – todavía no estaban presentes los acompañantes —Jesús practica solfeo en el piano. Quiere aprender a tocar, quizás con la idea de unir a esta nueva habilidad a las otras que tienen un papel importante para su futuro. Ya lo dijo ella: La radio no es el porvenir, sólo es el presente…
                Por fin se realizan los ensayos con las cuerdas y el piano. Jesús Vásquez ha repasado bien el programa que irá hasta a los receptores caseros y callejeros. Y al mismo tiempo que somos espectadores de los ajetreos de una audición, nos deleitamos con la dulce voz de Jesús que tan bien interpreta nuestros cadenciosos y dolientes valses.
Han habido llamadas telefónicas para que nuestra reporteada repita alguna de sus canciones o cante otras que no estuvieron incluidas en el programa. No es posible acceder a estas solicitudes, porque las audiciones tienen su tiempo medido. Jesús ha tenido que acercarse al fono, para responder a un admirador que, con insistencia, reclama hablar con la artista criolla. Escuchamos lo que contesta Jesús, que es lo que, siempre, debe contestarles a otros: ... Sí, señor, habla Jesús Vásquez... muy agradecida - pero, desgraciadamente, no puedo complacerlo... ¿Le gusta Porfiria?, bien, ahora no será pero para la próxima audición, lo cantare con mucho gusto...
 Jesús no ha ofrecido por salir del paso, interpretar el inmortal valse de Felipe Pinglo. Posee una libretita donde van a parar todos los pedidos que, por orden riguroso serán cumplidos. Finalmente Jesús abandona los estudios la emisora de Petit Thouars:
—¿Me acompañan ustedes?.. Como no, encantador. Jesús va al Parque de la Reserva, como lo hace todos los días, para solazarse un poco y soñar con esa casita propia rodeada de jardines y con espacio para perritos y gatitos:
—No pueden imaginarse ustedes lo feliz que me siento en este parque. Flores, por todas partes, aire puro hermosos rincones. Me hago la ilusión de que soy, dueña de este lugar acogedor…

Después de unos minutos durante los cuales ha estado en el mejor de los mundos, Jesús Vásquez se dispone a emprender el regreso a su casa. Se le acerca un hombre: es un compositor que, seguramente, sabía que la encontraría allí:
—Aquí le traigo el valse de que le hablé el otro día…
En esa partitura están depositadas las esperanzas de un autor criollo. El valse cobrará valor, sin duda, en los labios de la gran intérprete. Eso lo sabe el compositor que, con una mirada expresiva, espera, como una sentencia, la decisión de Jesús:
—Haré lo posible por estrenarlo. Primero hay que ver la mejor forma de que vaya al público.
EI compositor se ha marchado. Nosotros nos quedamos intrigados:
— ¿Cómo procederá Usted con respecto al pedido del compositor?
—Como la hago con todos. Ustedes saben que muchos de  los compositores adolecen de defectos. Unas veces son las letras y otras la música. Yo tengo que pulir ambas cosas y ponerle a la composición lo que a mi juicio  le falta...
— ¿Tiene preferencia por algún compositor?
     —Realmente por ninguno: todos me agradan, cuando sus composiciones encajan con mi repertorio. En esto no permito intervención ni de los mismos autores. Muchas veces algunos se quejaron de los cambios que hice, con letras y músicas, pero yo creo que tengo derecho a poner lo mío, en las canciones que interpreto. Por lo demás, hasta ahora los radioescuchas se muestran complacidos de la forma como canto: es que – y no me ruboriza decirlo – yo tengo mi personalidad y sé respetarla…
         En la puerta de su casa, al despedirnos, le hacemos una última pregunta:
         —¿Por qué ya no actúa usted en los teatros?
       No me he separado totalmente del teatro. Ustedes se habrán dado cuenta que de vez en cuando tomo parte en alguna función. Pero lo hago con un carácter que no tiene nada de profesional. Trabajo en las tablas, si se trata de ayudar a algún compañero que necesite ayuda. Sin embargo, debo estar cierta de que mi protección no será inútil, es decir, de que servirá para aliviar a quien realmente requiera el aporte de los artistas de mejor suerte. En cuanto a trabajar como profesional, lo evito en lo posible. Hasta ahora no puedo dominar mi nerviosidad, cuando estoy frente al público. Sufro mucho en esos instantes y es por ello que prefiero la tranquilidad que me depara mi inactividad teatral…