El 30 de diciembre de 1958, en
la revista “Caretas” se publicó un artículo que hacía referencia al vals “La
Foule” grabado en discos por Edith Piaf “el
gorrión de París”. El redactor de la nota destaca que ese vals que era
presentado como “valse péruvienne” (vals peruano).
La versión de Edith Piaf puede escucharse en este enlace:
Acá muestro
imágenes de la partitura de ese vals. Se lee “valse peruvienne” y se señala a Ángel Cabral como compositor de la música:
Víctor
Hurtado Riofrio encontró que Ángel Cabral fue un guitarrista y compositor
argentino nacido en 1911 en Buenos Aires y cuyo verdadero nombre fue Ángel
Amato. Él compuso la música vals “Que nadie sepa mi sufrir”, la letra fue obra
de Enrique Dizeo también argentino.
“Que
nadie sepa mi sufrir” fue grabado para el sello Odeón por la Orquesta de
Alfredo De Angelis que tenía como cantante a Carlos Dante. (Disco: 55878-B Matriz:19302. Fecha: 18/12/1953).
Puede escucharse en este enlace:
Si los compositores fueron argentinos
¿Por qué pusieron “vals peruano” y/o “Tiempo de Valse peruvienne”? La respuesta
—como la adelanté en 1999 en un escrito titulado “Mecanismos armónico-melódicos
del vals peruano”— está en la configuración rítmica usada en la introducción de
la canción, tanto de la grabación de 1953 como en la interpretación de Edith
Piaf:
1.- “Que nadie sepa mi sufrir” – Introducción:
2.- “La foule” - Introducción:
Lo que resalta es que ambas
introducciones poseen un “ostinato
rítmico” formado por negra corchea en el primer caso:
y corchea negra en el segundo:
El resultado —en ambos casos— es
que se crea una sincopa en el compás de 3/4. Esta figuración rítmica es peculiar al vals criollo peruano. No
existen en los valses peruanos del siglo XIX ni en otro tipo de valses.
Por eso
para darle el sabor peruano, el compositor y el arreglista utilizaron esas
figuras rítmicas.
Finalmente trascribo el artículo de CARETAS
EDITH PIAF Y EL VALS CRIOLLO
En: CARETAS 30 de diciembre de
1958 -20 de enero de 1959
Un
valse peruano, posiblemente inspirado en la veta inmortal de Pinglo, está
haciendo furor en París. Los triunfos internacionales de nuestra música popular
son tan frecuentes que tal noticia no debe llamarnos la atención. Pero, hay que
admitir que la grata nueva tiene sus particularidades.
Desde
hace mucho tiempo, el Music Hall Olympia es el templo donde lucen las diosas de
la canción bella y ligera. Visitar a la Ciudad Luz, por eso, es acudir allí
para embriagarse en la melodía y aplaudir, una vez más, a Edith Piaf, aquella
diva de lo popular para quien, ya en la cincuentena, no llega el crepúsculo.
Pues
bien, esta temporada, Edith apareció ante su público y volvió a triunfar con un
repertorio heterogéneo y especialmente con una novedad: un valse quimboso,
bonito e importado. No son raras estas incursiones de la genial cantante, y
precisamente la variedad es uno de los factores que contribuye a inmortalizarla
ante un gran público que la aplaude en la Ciudad Luz, en Nueva York o en
cualquier otra urbe mundial. Pero, aquella noche, si cabe el término, el éxito
fue mayor, y también distinto el sabor de la melodía. Cuando finalizó la
fiesta, porque eso fue, uno de los concurrentes se acercó a la correcta
estrella y le hizo algunas preguntas. Una de ellas acerca del origen de aquel
valse. Edith, con una sonrisa en los labios, dijo: "Es un valse
peruano". Y agregó: "Está inspirado en una pieza de Felipe
Pinglo...".
Hay
que imaginar la alegría del concurrente al Olimpia, si además de aficionado era
nacido aquí, a orillas del Rímac. Siguió inquiriendo sobre el simpático motivo,
y supo entre otras cosas, que la canción de moda esta temporada gustaba mucho a
la intérprete y a los parisienses. Una explicación acotó la estrella:
“Solamente le hemos cambiado letra...".
CARETAS
escuchó la triunfal composición y seguramente muchos de sus lectores comparten
esta satisfacción, puesto que ella está corriendo por el mundo entero en un
long play. En la voz un poco madura de Edith, la pícara interpretación adquiere
más brillo; es, sin exageración, un poco más linda. Figura corno su autor A.
Cabral. Sobre este verso ha surgido el arreglo exitoso de la Piaf. Varios
nombres se mezclan en este torneo, en el cual, y de todos modos, sale ganando
nuestra música que ya con mucha frecuencia va por los caminos de la tierra,
segura y hermosa y con rubricas famosas: Pinglo, Chabuca Granda, Alicia
Maguiña, Márquez Talledo, y muchos más.
La
Piaf es sinónimo de buen gusto y de fama internacional. Si ella seleccionó y
puso unas galas en la producción oriunda del Perú, evidentemente es por algo.
La advirtió con elegancia y solicitud el diablillo de la inspiración. De no
ocurrir así, el valse jamás habría triunfado en el Olimpia juntamente con la
ilustre artista. Si algunas personas dudan de la aseveración habrá que
contarles lo ocurrido con "El Acordeonista". Su autor dice que llevó
la composición, escrita especialmente para ella, a las 7 de la noche, y que, al
volver a las 4 de la madrugada siguiente, la encontró cantando por vigésima vez
esa melodía, más tarde transformada en una de sus grandes creaciones. Todo esto
sucedió en 1940.
Acaso, para
precisar un poco más el tamaño del acontecimiento del Olimpia, haga falta
hablar un poco de la intérprete, de su calidad, de su persona.
La Piaf,
que es hija de saltimbanquis, vio la primera luz en Argel, y hace rato pasó los
maravillosos 30 años de que hablaba Balzac; como su amigo y admirador Chevalier,
ella es una vieja muy joven. En Casablanca las gentes hace mucho que la
conocen. Algunos veteranos la vieron en las aceras y la oyeron cantar desde que
vivía su abuelita, artista también. En esa época una tragedia envolvió su vida,
estuvo a punto de quedar ciega. Luego, hubo de sobrellevar otra; como las
canciones callejeras no producían lo suficiente para vivir, Edith fue mariposa
de la noche, compañera de solitarios y aburridos. Estos la pagaban también por
cantar.
Edith,
según sus numerosos biógrafos, empezó a cantar en 1935. Las gentes en París y
cien ciudades recuerdan sus entradas triunfales y la tempestad de ovaciones que
arrancaba "Mon Légionnaire", un aire sentimental sobre la existencia
de aquellos ex-hombres, con los cuales la vida, la novela de aventura y el cine
ha hecho tantísimo. La taquilla fue fiel con la artista y sus triunfos se
convirtieron en corrientes.
De la acera
dio un salto formidable, hacia ciertas salas importantes, y después a Paris.
Después de la muerte de Marcel Cerdan, campeón de box, y vencedor del corazón
de Edith, ella se dedicó a coleccionar cantantes, explican sus desenfadados
"estudiosos". En realidad, ella que sabe cantar, los seleccionaba.
Muchos son
los hits de la estrella de luz inextinguible. Así "El gran viaje del pobre
negro", "El pequeño señor triste", "Ella frecuenta la calle
Pigalle", y otros. Enumerarlos sería señalar hitos de una carrera casi sin
imitadores. Al lado de Patachou, Juliette Greco, y muchas otras, se alza
particular e inconfundible, es Edith Piaf.
Sobre sus
costumbres algunas revistas suelen escribir con desenfado. Aseguran que
presenta en el Olimpia en cada temporada un cantante apuesto, y a quien da su
visto bueno a cambio de ciertos favores. Pero en París estas cosas no se
recuerdan, en cambio sí que, con Chevalier, Edith es, en el género, lo más
grande que tiene Francia.
El valse
"péruvien" se llama "El Gentío" (La Foule). Y, como repetimos,
es tan lindo, que luego de que la Piaf lo arregló y puso en su repertorio
internacional, ha gustado y sigue siendo el preferido de un público exigente y
conocedor.
LA
MUCHEDUMBRE
Vuelvo a
ver la vida en fiesta y en delirio,
sofocante
bajo el sol, bajo la luz.
Esperando,
en la música, las risas,
que
estallan y rebotan junto a mí.
Y perdida
entre esa gente, que me aprieta,
aturdida,
solitaria, quedo allí
y de pronto
me doy vuelta, él se da vuelta,
y me quedo
entre sus brazos enlazada
Llevada por
la gente, que nos deja
y nos
regresa,
apretados
uno al otro,
no formamos
sino un cuerpo.
Y el impulso
sin esfuerzo nos empuja encadenados
Y nos deja
agotados, enervados y felices...
Y envueltos
por la gente
que se
lanza y que danza
una loca
farándula,
nuestras
dos manos unidas
al igual
que nuestros cuerpos
que se caen
o se evaden,
agotados,
enervados y felices...