ABELARDO GAMARRA “EL TUNANTE”: EL HIMNO NACIONAL Y LAS
FIESTAS PATRIAS
La canción nacional es un mito:
Los cholitos no saben más canción que aquella que dice:
“Por un cerro verde
Bajan las ovejas
Unas trasquiladas
Otras sin orejas”
Abelardo
Gamarra “El tunante” en “Rasgos de pluma”, recopilatorio de sus artículos de
costumbres, publicado por primera vez en 1899, se percató que nuestro himno
nacional no era cantado en las escuelas del interior del país. Y ciertamente no
sólo en las escuelas sino también en los poblados habitados por quechua hablantes,
cuyos oídos –antes de la llegada de los receptores de radio a pilas– estaban
acostumbrados a la música sin semitonos (escalas andinas de tres, cuatro y
cinco sonidos). Personalmente he sido testigo –en 1979, en una reunión de
comunidades campesinas en Carhuaz, Ancash– de la dificultad de entonar el Himno
Nacional. En esa ocasión, salvo algunos comuneros que habían sido “reclutas” (habían
hecho el servicio militar obligatorio), nadie pudo entonar el Himno Nacional.
A
continuación reproduzco para el deleite de todos “El 28 de julio en Pelagatos” artículo
de “El Tunante” inserto en el libro En la ciudad de Pelagatos, N° 46 de la
Biblioteca Peruana PEISA, publicado en 1973.
EL 28 DE JULIO EN
PELAGATOS
El
sol de julio de 1892 encuentra dividida a la familia pelagatuna: ha sido
calificado en el Congreso don Fulano y su dual, don Zutano, está fregado: he
aquí el resumen de nuestra libertad. La fregadura de don Zutano refluye en sus
hijos, en las mujeres de sus hijos y en todos los animales, puros e impuros que
pensaron embarcarse con él en el presupuesto nacional y echarse a nadar en el
mar de las conveniencias particulares.
Tienen
perdida la Alcaldía y con ella todos los puestos municipales; item más, don
Zutano está endrogado hasta las orejas, pues para sostener su candidatura,
especie de mayordomía de fiesta, ha tenido que empeñar las alhajitas de la
señora y que vender la cosecha del año.
No le queda más esperanza a don Zutano
que aguardar el primer cambio político que favorablemente se presente, para
meterse a partidario del primer coronel o sarjento que quiera echar abajo a los
que están arriba con cuyo motivo establece correspondencia con aquellos que
juzga capaces de subir al candelero.
No es posible, dice, que subsista "este orden de
cosas", porque el único "orden de cosas" que a su juicio debla
subsistir, es aquel en que hasta su mujer tuviera sueldo. Ya no podrá terminar
la compostura de su casa a costilla de los pobres Indígenas, ni verá llegar,
por empeños, las gallinitas, las ollitas de leche, la leña, los cuyes, las chauchas,
ni los choclos: el nuevo orden de cosas pasa a nuevas barrigas: la omnipotencia
municipal. ! Y eso de trabajar después do estar acostumbrado a vivir a costillas
de todo el mundo y a aquello de tener todos los ramos del Concejo como otras
tantas entraditas para la familia, es un "orden de cosas" muy fregado.
Perdidas
las elecciones y con ello la influencia inmediata, no queda otro recurso que
ensillar el caballo y largarse a la chacra. Esto hace don Zutano y esto hacen los
más comprometidos de sus amigos. Sólo quedan en Pelagatos don Fulano y los
nuevos gansos del Capitolio; toda la parentela de don Zutano, llena de deudas y
de pobreza: hambrienta, por supuesto de lo que buenamente caiga.
Triste,
tristísimo 28 para don Zutano; risueño y alegrísimo para don Fulano.
El triunfo
en el Congreso significa 6 años, por la parte que menos, de predominio en la
provincia; seis años de poder conseguir subprefectos y acomodaticios; jueces
complacientes; maestros y empleados, todos de casa.
Abandonan
la población los partidarios del representante chiflado y comienzan a llegar
los ausentes de la familia triunfadora.
Somos libres, seámoslo siempre
Antes niegue sus luces el Sol,
Que faltemos al voto solemne
De mamar hasta más y mejor.
Largo tiempo el estómago escuálido
Largo tiempo en silencio gimió:
Mas apenas el grito sagrado
De "¡A mamar!" desde Lima se oyó;
Cuando tuti le cuanti gandules
¡”A la teta!” dijeron desde hoy.
Entonando
este verdadero y legítimo himno nacional, llega, desde sus haciendas y
chacritas, la falange de los nuevos patriotas, el 27 de julio por la tarde.
A las siete
de la noche nadie se acuerda en Pelagatos del 28, y digo nadie, refiriéndome a
la gran mayoría del pueblo, que descansa tranquilo como en otro cualquier día
del año.
Sólo en casa
de don Fulano ha habido merienda y mantel largo y en ella están el cura, el
juez, el subprefecto y las mujeres e hijas de estos personajes.
Los principales
capituleros del partido, le están también tomando la cerveza al futuro señor.
Van y vienen criados por los corredores de la
casa alumbrándose con velas de sebo; en la cocina a la claridad de grandes
fogatas pelan gallinas, matan cuyes,
ponen e hervir jamones y despabilan sendas ollas de papas, multitud de chinos y
cholos, mientras en la sala sigue la borrachera.
Algunos infelices
arrieros, propios o peones, acurrucados cerca de la puerta del comedor reciben
en su millca pedazos de pan sobrados de le mesa y uno que otro hueso mal roído.
El patrón
se presenta ente ellos un poco charamusco, y les dice con énfasis “vaya pues indios,
ya ganamos los hemos fregado e los Zutanos yo soy el Alcalde".
—Así será, señor,
contestan los pobres poniéndose de pié, arrojando el sombrero al suelo y
limpiándose la boca con la manga.
"Desde
mañana todos tienen que venir aquí, agrega el amo, vamos a techar la iglesia,
reparar goteras de la cárcel, a mudar los palos del puente y para eso hay que
traer madera, echillín, tejas, rastras de magueyes, cargas de cortadera, y el
que no traiga Irá a la cárcel. Todo se debe de depositar en casa”.
— Así será,
señor, vuelven a repetir los pobres indios.
Llega la
música del pueblo e interrumpe este patriótico diálogo.
El copeo está en lo mejor. El cura rompe el
baile con la mujer del dueño de casa.
Somos libres, seámoslo siempre
Antes niegue sus luces el Sol,
Que dejar de bailar el primero
Taita cura que es de asta y rejón
La casulla del cura
Se deshilacha
Por los ojitos negros
De una muchacha
Al cura
sigue el Sub-prefecto con la curaca.
Cómo me gusta tu guachambé.
En seguida
el Juez de 1ª. Instancia con la hija mayor del futuro Alcalde, una berraquita
remonona, más coqueta que la Dama de las Camelias. Al Juez de la. Instancia le
quita la pareja el hacendado número uno, que es el piquín de la susodicha.
Los criados
llaman a esta sujeta, la Niña.
En la
segunda fuga, la madre de la niña o sea la dueña de casa, le quita la pareja,
lo que todos celebran con palmadas. Aquí el hacendado se desconchinfla y florea
lo más que puede. Por último, el Alcalde deja a un lado la pareja de su mujer,
y termina la primera tanda de la jarana. ¡A cantar la canción, señores!—
exclama el borracho.
— Eso es,
eso es. ¡Hip, hip! ¡hurria! contestan todos.
— ¡A
dar vuelta a la plaza!
—Eso es,
eso es, ¡a la plaza!
Y los
criados sacan faroles, y con la pequeña banda a la cabeza, armados de botellas,
salen los hombres en pelotón, entonando en el más infernal desconcierto el
himno nacional. En cada esquina se toca marinera y se lanzan dos o tres ¡vivas!
en este orden: 1° al Candidato, 2° al Sub-prefecto, y 3° al Presidente de la
República. Nadie se acuerda de la patria ni de sus fundadores.
—¡Viva mi
patrón don Fulano!— dicen algunos borrachitos del pueblo.
— ¡Viva! —contesta
el pelotón y sigue la marcha.
—Muera el
indio Zutanol— gritan al pasar por la casa del candidato caido, sacando
revólveres y disparando algunos tiros.
—Mueraaaa!
—Copa,
copa, señores, exclama el más de voto de la botella y la copa circula entre los
del baile, que son los únicos que chupan, pues los demás escupen, a no ser que
extiendan la mano y digan:
—Patroncito
no me da Ud a lamber el vaso?
—Vaya,
indio, contesta entonces algún generoso señor, metiendo el pescuezo de la
botella por la boca del limosnero, que,
a grandes sorbos, traga lo más que puede, volviendo a decir por gratitud:
— iViva mi
patrón don Fulano! (añau, agrega
lamiéndose, como para abrir la apetencia de los demás infelices que tragan
entretanto, saliva).
Somos libres, seámoslo siempre
Antes niegue sus luces el Sol,
Que dejar que se chupen el dedo
los que visten de lana o manfor.
Terminado
el paseo, regresan a la casa y se renueva el baile.
Llega la
aurora del 28 de Julio y ya no hay cabeza que esté en su sitio: mujeres y
hombres, todos en punto de caramelo, resuelven entonar el himno nacional.
—Que cante
doña Pancha la primera estrofa
Doña Pancha
no se hace de rogar, y llama a su alrededor a sus comadres. Las comadres rodean
a doña Pancha y con voz de matraca rompen con la siguiente estrofa:
Largo tiempo el peruano ominoso
La oprimida cadena alargó,
Condenado gimió largo tiempo
La ominosa cadena arrastró;
Más apenas sus costas oyeron
¡Libertad! largo tiempo gimió
La humillada indolencia sacude
La cerviz Libertad levantó
Somos libres, seámoslo siempre
Antes niegue sus luces el Sol,
(Que dejar de tomar aguardiente
en botija, en botella o perol).
—¡Qué bien
canta mi comadrita dice el cura, abrazando a doña Pancha.
A ver, a
ver un cachasparri, agrega el señor Vicario, levantándose la sotana; y aquí
entra lo mejor, pues si doña Pancha no sabe la canción nacional, lo que es en
cachasparri no hay quien la gane en la Provincia. Doña Pancha arroja a un lado
el pañolón y comienza la rueda.
Por el cerro verde
Bajan las ovejas.
Unas trasquiladas
Y otras sin orejas.
Flor de papa
Flor dr papa
Flor de papa.
Tanta china
Corba mapa.
Flor de choclo
Flor de choclo
Flor de choclo
Tanto cholo
Motorocho
La cinta morada
La tejen los moros
Y tú la destejes
Con tus malos modos.
Uás, uás,
Arrímalo para atrás.
Sás, Sás
Qué bonito está el compás.
Al Cura
sigue el Juez, al Juez el Alcalde y al Alcalde todo el mundo, porque la danza
es lo que más entusiasma a la reunión.
Ni más
vuelven a acordarse del 28 de Julio, ni de la canción nacional.
Sigue la
jarana, llega la hora de los ponches, del caldo de cabeza, y de los huevos
duros y de la casa del Alcalde pasan los convidados a la casa del Cura, con
música y bagajes. Allí se almuerza y se soba el mote hasta el segundo día,
mientras por las calles arrea el pobre su burrito y la mujer del pueblo hila el
copo de lana.
El 28, como
todas las fiestas, como todos los goces, como todas las mamadas, están sólo
para esa clase presupuestívera que pasa los días de nuestra independencia, como
decía una señora de mi tierra, pensando en sacarle algo a su mamá la Patria y
a su taita el Gobierno.
Somos libres, seámoslo siempre
Antes niegue sus luces el Sol,
Que faltemos al voto solemne
De mamar hasta más y mejor.
Largo tiempo el estómago escuálido
Largo tiempo en silencio gimió:
Mas apenas el grito sagrado
De "¡A mamar!" desde Lima se oyó;
Cuando tuti le cuanti gandules
¡”A la teta!” dijeron desde hoy.
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